“Los antiguos gnósticos ¿Poseían toda la Verdad?”
-Si hubiese sido así, hace mucho tiempo que el Mundo, tal y como lo conocemos, ya no existiría?-
La Gnosis, al contrario de lo que se pudiera creer, no es un Conocimiento estático y granítico; es decir, dogmático, sino que se encuentra en permanente perfeccionamiento; en tanto que, al tratarse de Conocimiento Divino, está sujeto a anómalas interpretaciones debido a la natural ignorancia de los seres humanos, respecto a esos temas divinos.
Donde más difundido, dentro de la interpretación de la Gnosis, se encuentra el error que confunde a los intérpretes, es en la Naturaleza del Demiurgo; en tanto que acerca de los Eones, entre los que se encuentra Sophía, hay consenso de que son el Consejo Celestial que no sería otra cosa que el conjunto de células que conforman el propio Pleroma. En cuanto a los arcontes, sucede otro tanto de lo mismo, existiendo el acuerdo de que son los directores de la Naturaleza y sus leyes inmutables, siendo representados, en su historia, por las doce constelaciones zodiacales y por los siete planetas. Así, los arcontes, perteneciendo a éste Mundo, al contrario que los Eones, se encuentran íntimamente relacionados con la Astrología, representando las influencias cósmicas a las que los seres estamos sometido y que tenemos que sortear para cumplir con nuestro cometido, escrito en el Libro del Destino, léase nuestro ADN.
En el Tema del Demiurgo no existe ese consenso que sí tenemos con arcontes y eones, por lo que se vienen difundiendo diversos malentendidos acerca de su naturaleza, por un lado, ignorante y, por otro, diabólica. Lo de diabólico vayan borrándolo de sus mentes, pues todo aquello que entendemos por tal no es más que una falta de comprensión, de nuestra parte, debido a nuestra natural ignorancia.
La Ignorancia del Demiurgo, emanación de la Fuerza de Voluntad, del Eón Sabiduría, le viene sobre seguida de la propia Sophía, quién intentaba conocer lo que se sentía al realizar una Creación con el fin de entender la Naturaleza de su existencia inmortal y preexistente, así como la del propio Pleroma.
De corazón, les decimos, no intentamos engañarles, en tanto que Sophía como su Hijo el Demiurgo estuvieron bien intencionados en su Creación; pero se equivocaron y, ya se sabe, de aquellos polvos estos lodos. Desde entonces, todas las criaturas emanadas de la Creación, venimos sufriendo las consecuencias de tan Cósmico Error.
Para intentar entenderlo, tenemos que diferenciar la Naturaleza de los Eones de la de los arcontes. Los Eones son particularidades del Pleroma, forman parte sustancial del Pleroma y comparten, con el conjunto del Pleroma, la Divinidad de la preexistencia y de la eternidad. Por el contrario, los arcontes son entidades artificiales de características energéticas e invisibles, sin corporeidad alguna. Vendrían a ser una suerte de algoritmos programados y encargados de velar por mantener estables los pilares que sustentan a la Naturaleza y el Multiverso.
Entre los arcontes tendríamos, tanto a los espíritus de la Naturaleza como a las grandes fuerzas que rigen el Universo y las leyes de la Física y que se concentrarían en determinadas jerarquías angelicales y diabólicas.
Siendo el Demiurgo, una emanación de Sophía, no puede considerarse como si se tratará de un Arconte, aunque tampoco pueda decirse, en toda su acepción, que sea un Eón; pero comparte, con su Madre Sophía, su naturaleza Pleromática o Divina.
El Demiurgo se equivoca al traer las Ideas del Pleroma hacia una existencia espacio temporal, claro que sí; pero Sophía no le va a la zaga, pues fue de ella de quien partiera la Idea de una Creación.
Otro error muy común, desde siempre, entre los intérpretes de los libros gnósticos es considerar que éste Mundo es un Planeta Prisión para espíritus individuales, preexistentes del Pleroma y que, por algún tipo de argucia, fueron engañados, éstos, para encarnar dentro de la burbuja del Multiverso.
Los seres humanos, como personalidades individuales, existimos desde el momento en que el Demiurgo acabara su Obra creativa y soplase su aliento de vida (Espíritu) en el Hombre, macho y hembra.
Éste Episodio es muy importante y tendremos que estudiarlo con mayor detenimiento; pero lo que tratamos de indicar es que éste Mundo, en modo alguno, es una trampa para espíritus preexistentes. Tal cosa solo es producto de una percepción errónea de la Personalidad, la cual presupone su propia preexistencia. Una preexistencia que no le corresponde a ella sino al Espíritu que le proporciona la Vida, al Yo Superior o Cristo.
En el Génesis existen dos pasajes muy importantes y que nos pueden servir para entender éste embrollo gnóstico y que los libros gnósticos sólo explican en parte:
“Y, (al sexto día) creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”
(Génesis 1:27)
“Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre un ser viviente.”
(Génesis 2:7)
Y
“El séptimo día Dios dió por finalizada su Creación, y descansó.”
(Génesis 2:2)
Vuelvan a leer, con detenimiento, estos tres versículo del Génesis, pues son cruciales para poder entender la explicación que sigue.
El Dios que se menciona en el Génesis es el mismo Demiurgo de los gnósticos o el Gran Arquitecto de los Universos de la Masonería y, como hemos visto, se trata de la Emanación de la Voluntad de Sophía, pues solo dicha Voluntad podría realizar la hazaña de traer a la Vida real y material las ideas preexistentes que de siempre habían permanecido en el Pleroma de Dios.
La Historia que nos cuenta la Gnosis, aunque la hemos repetido en multitud de ocasiones, la repasaremos para comprobar cómo todas las piezas casan como en un Cósmico puzle.
El Sexto día fue el último de la Creación; pero en ese sexto día suceden dos acontecimientos y, solo, tras el segundo, Dios puede decir que la Obra es buena y está completada. Según el Relato de la Gnosis, el Demiurgo, tras terminar su Obra presentó el resultado a su Madre Sophía y ésta palideció ante tamaña chapuza. La Creación, efectivamente, era un calco de las imágenes de las Ideas que ella podía ver en el Pleroma; pero estaban carentes de verdadera Vida y sus figuras se retorcían desfiguradas y sufrientes en el suelo sin apenas poder erguirse.
Fué en ese instante, recordemos que seguimos en el simbólico sexto día de la Creación, que Sophía confesó, ante el Consejo Celestial de los Eones, su acción de realizar una Creación y, entonces, el Consejo tras deliberar decidió que, en tanto que el Mal ya estaba hecho, solo cabía la solución de que Sophía sacrificase su propia Voluntad; es decir, a su Hijo el Demiurgo para que esa creación contrahecha cobrase Vida verdadera y así sucedió.
Es a partir de aquí que tenemos que considerar los versículos del Génesis mencionados: En primer lugar, recuerden que seguimos en el sexto día que aún no había concluido, que el Demiurgo sopla su propio aliento de vida sobre su Creación, representada por su última Acción, el Hombre (Macho y Hembra)
Es en ése instante, se puede decir, que la Obra quedó completada y que el Creador, el Demiurgo se echó a descansar en el consiguiente Séptimo Día.
Éste Relato contiene un Misterio capaz de esclarecer todas nuestras dudas, dado que, lo que en realidad sucede es que el propio Espíritu del Demiurgo es el que penetra en su Creación con el fin de que ésta pueda tener alma; es decir, Vida.
A partir de éste instante, acabado el Sexto Día, a Dios ni se le ve ni se lo espera; dado que se echó a descansar. El Demiurgo descansa en el interior de su Creación y, a partir de entonces, nos encontramos en ese, éste, Séptimo día. El Séptimo Día es la Realidad de nuestra actual existencia.
Por lo tanto, no se trata de una trampa de la hormiga león o de la araña trampera que va arrastrando a su madriguera a almas individuales que se les acercan. Eso no es así, sino que el Espíritu Divino del Creador, emanación del Pleroma vive en todas y cada una de las cosas y criaturas que, previamente, el Demiurgo había creado.
Todas las criaturas somos fragmentos, holísticos, del Creador. Es el propio Creador el que se encuentra fragmentado y durmiendo en su propia Creación, en el Séptimo Día. No se trata de espíritus preexistentes arrebatados del Pleroma por una Criatura de maldad inconmensurable.
Nosotros, quienes nos creemos esos espíritus preexistentes, no somos otra cosa que personalidades muy semejantes a lo que son los arcontes o los egregores que se producen, bajo la presencia de varios fragmentos del Demiurgo, en los espacios públicos y cerrados. Somos, por decir así, los anfitriones de los fragmentos del Demiurgo que actúan desde lo más profundo de nuestro interior.
Nuestra función, como personalidades, es despertar a ese Fragmento o Chispa de Espíritu para que recobre la Conciencia y se complete, de una vez, el Proceso original de la Creación que ideara Sophía y concluyera el mismo Demiurgo.
Cuando el telón del Teatro Cósmico baje; es decir, cuando el Proceso Creador haya cumplido con su función, el Creador, léase el Demiurgo fragmentado, se recompondrá en una sola unidad, junto a las almas de sus personalidades transfiguradas, y regresará al Pleroma, cerrándose la Burbuja de éste Cosmos para siempre y absorbiendo, el Éter del Pleroma, toda la información contenida en su membrana, el Éter Reflector, y recreando, en forma totalmente espiritual, dentro del Pleroma, los nuevos cielos y la nueva Tierra profetizados.
Es importante que éste relato lo repitamos continua y machaconamente, pues en Internet hay muchísima información valiosa acerca de los libros gnósticos; pero la inmensa mayoría, si no la totalidad, hacen hincapié o en lo estúpido que es el Demiurgo o en lo malvado que es, equiparándolo al más elevado de los arcontes, cuando el Demiurgo se encuentra muchísimo más cerca de ser un Eón que un Arconte. De hecho, cuando el Universo complete su función, el Demiurgo se recompondrá en la Figura de Cristo, el Hombre Cósmico.
El problema es que, desde el origen de la Gnosis, muchos equivocan la Figura del Demiurgo con la del Arconte de mayor rango, encargado de controlar y dirigir al resto de los arcontes. Es por ello que en algunos textos gnósticos, a ésta Entidad, a éste Arconte, se lo conoce como el arrogante presuntuoso de Autades o Yaldabaoth, en realidad, el Suplantador del verdadero Demiurgo que, como Cristo (así se denomina, también, a sus fragmentos), duerme o vive en todos nosotros.
Entonces, por favor, cuando lean textos gnósticos, tengan en consideración ésta breve reflexión para que no se llamen a engaño y sean confundidos por la ignorancia generalizada. Recuerden que la Gnosis es un Conocimiento en progresión; pero incompleto y, generalmente, bastante mal comprendido.
Frater Aralba R+C; S.C. de la F.R.A. en España, vía su A.M.L. “Rosa Mística”; Linaje: Huiracocha, Aureolus, Camael, Amorifer