“Cómo ahora, antes del Principio”
-Lo que jamás te han contado-
¡Que no te vuele la cabeza!
Desde niños nos han condicionado, a pesar de vivir en un Mundo tetradimensional; es decir, tridimensional más el tiempo, a representarlo de un modo bidimensional. Así, el propio Sistema Solar es representado como si estuviese suspendido en el Espacio sobre un Plano en donde giran los planetas, en ése plano, alrededor del Sol y los satélites alrededor de sus planetas; pero lo cierto es que esa representación no es del todo cierta y tiende a equívocos graves.
En realidad, el Sol gira alrededor de la Vía Láctea, tirando tras de sí al resto de planetas que conforman el Sistema Solar. Lo propio sucede con los satélites respecto de sus planetas formando una especie de torbellino cilíndrico en una contínua espiral elíptica.
Lo mismo sucede con los universos del Multiverso que se forjan sobre universos previos en una cadena que no tuvo un principio y que jamás tendrá un final; pero el Universo o los universos no son otra cosa que las larvas a medio formar de entidades espirituales de carácter total, Divino y único.
De cada Universo deberá de surgir un Eón y el nuevo Eón engendrará, en su Seno, por partenogénesis, una nueva larva o Universo que se convertirá en un nuevo Eón y así, en una forma secuencial, desde el Pleroma, el que fuera el primer Eón que no fuera engendrado ni poseedor de un principio; en tanto que el Pleroma es el Principio de todo, tanto de las Ideas como de las cosas.
Pleroma o Plenitud sólo existe Uno; siendo el Padre-Madre de todos los eones y consecuentemente de todos los universos y de las cosas y criaturas que los habitan. En el Pleroma todo es Espíritu y el Espíritu se manifiesta mediante una sustancia denominada Éter. El Éter puede tomar determinadas consistencias y niveles vibratorios; desde la Espiritualidad más sutil y Sublime hasta la densidad más granítica de la tabla periódica de los elementos pasando por todos los tipos de energía.
Al contrario de lo que la Ciencia supone, el nacimiento de un nuevo Universo no supone la extinción del Eón anterior del que procede; de hecho, como hemos dicho, los universos son a modo de huevos larvarios donde se forman los nuevos Eones; pero se produce, al no existir el espacio-tiempo, una paradoja difícil de explicar y difícil de comprender: todos los “nuevos” Eones que se forman de sus universos previos son preexistentes, eternos e infinitos, heredando la memoria ancestral de sus universos antecesores y de sus eones predecesores y, a posteriori, compartiendo su nuevo Conocimiento, con sus predecesores.
Podría pensarse, tras lo expuesto, que los nuevos Eones serían el nuevo Pleroma, quedando los anteriores como obsoletos; pero eso no sucede pues, cada vez que eclosiona un nuevo Eón, toda su memoria es compartida, instantáneamente, con el resto de sus anteriores Eones y, consecuentemente, con el Pleroma que no sólo es el Eón Original primigenio, sino también el conjunto de los infinitos Eones. Es por dicha causa que el Pleroma, también conocido como el Incognoscible, debe de ser entendido como Dios, el único Dios.
Pero Dios, el Pleroma, tiene tantas manifestaciones como nombres; es decir, infinitas; aunque de esa incontable cantidad, a nosotros nos han llegado sólo tres, el Padre, el Hijo y el (la) Espíritu Santo. Así, en el Cristianismo hablamos de un único Dios constituido de tres personas distintas; pero que, en realidad, sólo se trata de las tres formas más importantes de manifestarse el Dios Único.
Así, cuando hablamos del Padre, los cristianos nos estamos refiriendo al conjunto del Pleroma; es decir, al origen de todo lo que existe; es decir, el propio Pleroma. De ahí que se diga que Dios se auto engendra y se autosustenta. La Espíritu Santo, se denomina así, porque es la Sustancia o Esencia “El Éter” del Pleroma y donde, y de lo que se formarán las larvas cósmicas que son los universos y de donde surgirán los siguientes Eones. Por ello, el Pleroma y el Espíritu Santo son una misma cosa pero el Padre es el Principio y el Espíritu Santo, la Madre, el Medio donde, desde la Eternidad, moran las ideas de la Mente del Pleroma; pero también donde esas Ideas tomarán la consistencia que les correspondan, ya sean más tangibles y materiales o energéticas y espirituales.
Por último tenemos a la tercera Persona de la Trinidad, el Hijo, que no es otra cosa que la manifestación del Pleroma; es decir, del Padre, en el medio sustancial, el Éter, de la Madre; es decir, de la Espíritu Santo. Así, puede entenderse el Misterio de la Santísima Trinidad, pues ninguna de las tres personas pueden separarse de la Unidad que constituyen y las tres son necesarias para que podamos hablar del Único y trino Dios.
Así, Dios es Mente, Substancia y Voluntad; siendo el Padre la Mente, el Espíritu Santo la Substancia y el Hijo la Voluntad o Verbo Creador.
La Partenogénesis de los eones; es decir, la reproducción de los eones mediante sus universos previos, requiere que el Hijo, en tanto que Voluntad Creadora, el Verbo, emane del Padre, el Pleroma, en el interior de la Madre; es decir, la Espíritu Santo. Es como si dentro de Dios, el Padre, se hubiese formado un espermatozoide, el Verbo, que inseminase el útero de la Madre, el Espíritu Santo, produciéndose la Creación del Universo y que no es otra cosa que el Huevo Cósmico donde se gestará la Naturaleza del Nuevo Eón, el Hijo de Dios Padre y de su Madre la Espíritu Santo; pero en tanto que, el Pleroma no tuvo un comienzo, tanto el Padre como la Madre y el Hijo son consustanciales y eternos, sin algún principio ni algún final.
Y lo que hemos relatado no se produce, del mismo modo que tampoco sucede en el Universo, sobre un Plano bidimensional, sino en una línea contínua, sin fin, que procede del infinito pasado y que se extiende hasta un infinito futuro; pero no se trata de una línea unidimensional, sino multidimensional en donde cada nuevo Eón nace con su propia Dimensión; Dimensión donde se desarrollará, indefectiblemente, un nuevo Universo Espacio Temporal; pero una condición, la espacio temporalidad, que sólo durará el tiempo que dure la gestación del Nuevo Eón.
Para intentar entenderlo, podríamos decir que cada Eón, respecto del Pleroma, vendría a ser semejante a una célula del Cuerpo Humano (recuerden que es una mera analogía). Así, si el Pleroma fuese, que no lo es, un Cuerpo Humano, los eones serían cada una de sus células y el proceso de partenogénesis de las células para dar lugar a nuevas células sería similar al modo en que nacen los nuevos Eones; pero recuerden que es una mera analogía, en tanto que en nuestros cuerpos las células nacen; pero también mueren, mientras que en el Pleroma, los eones nacen y se reproducen mediante los universos que se gestan en sus senos; así, que sí es cierto que para que nazca el Eón, debe de morir, previamente, su Universo. Así, puede considerarse a la muerte como un paso intermedio entre dos vidas y sin la que la nueva Vida no sería posible.
El Multiverso constituido por los huevos cósmicos, universos, de todos los eones del Pleroma estàn repletos de Cosas e Ideas, Vida e Inteligencia; por lo tanto, no, no estamos sólos aunque las distancias cósmicas que nos separan hace, literalmente, imposible que nos podamos poner en contacto. Al menos con las tecnologías que actualmente poseemos y que se basan en una Ciencia meramente física, química y biológica; pero, con total seguridad, existen inteligencias en el Multiverso que han podido desarrollar tecnologías mentales o espirituales. Tecnologías, no físicas, que les permitiría visitar planos distantes en un mismo Universo o entre diversos universos.
Una vez que los universos mueren y son rescatados sus habitantes transfigurados, la conexión entre los eones del Pleroma se hace, al no existir el espacio tiempo, instantánea. De algún modo es como si las criaturas permanecieran en un Estado búdico de comunión plena, en nirvana, con el Todo; es decir, no habría distancias y el pensamiento sería Universa
l y compartido.
Frater Aralba R+C