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La Heptarquía Mística
El sistema de numeración humano está compuesto de 10 números, igual al
número de dígitos de nuestras dos manos. El sistema binario, conectado/no
conectado es el que usan las máquinas para poder comunicarse entre ellas y con
nosotros mediante los traductores adecuados.
Del mismo modo, el Pleroma y su manifestación en el Multiverso tiene su
propio sistema de numeración, el heptadecimal o heptarquía, compuesto de siete
números y que en su conjunto contiene a todos los demás en su interior. La
Iluminación es el Traductor universal.
La suma de los números 1+2+3+4+5+6+7=28 el dos de la dualidad masculino
femenino y el ocho de la eternidad, donde 2+8=10 el 1 primigenio y la nada,
respecto a la materia de nuestro plano actual, que es todo 1+0=1 De dicho modo
vemos como toda lo existente está contenido en el 1, principio de todo y corona
del compás.
El 1, como no puede ser de otro modo, representa el principio
espiritual del pleroma que se refleja sobre la nada que se encuentra dentro de sí
mismo dando lugar al 2 de la manifestación natural. Del Padre el 1 y de la
Madre el 2 - 1+2=3 surge el Hijo que no deja de ser el círculo simbólico que
contiene al resto de conjuntos y subconjuntos y que es preexistente, desde
antes de la emanación junto con el padre y su reflejo, la madre de cuya unión
surge el auténtico creador, el 3.
Es este tres el que, de su emanación, surgen todos los elementos de la
naturaleza y sus estructuras y pilares fundamentales. El Creador del
Multiverso, sin ser, propiamente dicho, el Pleroma, sino su manifestación, sin
embargo es el primer súper-Eón, Adam Kadmón, responsable de todo lo que hubo tras la
primera explosión, todo lo que hay, en la actualidad, en permanente expansión y
todo lo que dejará de ser cuando la expansión se frene, el ouroboros deje de
vomitarse sin fin y comience a fagocitarse hasta regresar con todo lo creado en
una silenciosa implosión puntual al mundo original, llevando consigo, en su
seno, todas las experiencias tomadas de este plano de existencia
materio-energética y en el que actualmente nos movemos.
Dentro de este escenario reflejado por la unicidad del Ser Original y
dirigiendo la orquesta de los grandes demiurgos constructores, a cuyo mando
laboran obedientemente una multitud de arcontes, se construyó primero el macrocosmos
el 5 y que muchos confunden con el auténtico cielo, aunque no sea eterno ni
infinito si que es inabarcable. El cinco cósmico también representa al hombre
natural, al original Golem de arcilla que vendría a ser la vasija que
contuviese parte del espíritu de los eones de Adam Kadmón el 6. Cada Ser
Humano, cada ser consciente del Universo, microcosmos, es un reflejo semejante al macrocosmos, así
como el macrocosmos lo es de la propia
divinidad o Pleroma.
Una vez que el escenario levantó el telón y el perpetuum móvile de la
interpretación celestial se puso en marcha, el único vínculo que quedaba del
Pleroma con sus propias partículas en este plano experiencial fueron los rayos
electromagnéticos de la Metanoia. Uno de ida y el otro de vuelta. Medio de
comunicación por el cual será posible, en algún momento, parar la rueda del
Mundo y que Todo regrese a su origen primigenio, de donde todo surgió, y así
poder comenzar, de nuevo, en un peldaño más elevado a nivel de interpretación
celestial.
Sumando los números celestiales, el 1 de la unicidad, el 3 de la
trinidad y el 7 de la heptarquía nos da 11 cuya reducción nos lleva al 2 de la
dualidad. Lo cual nos dice que aún siendo la divinidad una unidad trina, Padre
y Madre e hijo, su manifestación siempre es dual 1+3+7=11=1+1=2; por otro lado,
la suma de los cuatro números relacionados con la materialidad, como no podría
ser de otro modo, dado que el cuatro representa a los cuatro elementos, nos da
el número 8 que tendido horizontalmente es el símbolo del infinito, Moebius, de
la Eternidad 2+4+5+6=17=1+7=8 El 1 es el ser y el 7 su interpretación
finalizada.
La conclusión de todo estos, es que a pesar de lo que sugieren los
espiritualistas extremos, la materia es una manifestación propia de la
divinidad en los plano en que interpretamos a nuestros personajes, el Mundo, y
que invariablemente eso es algo que aunque se mejora a cada vuelta de espiral,
dado que las turbulencias cuánticas se van amortiguando a cada escalón de la
evolución, no deja de ser un proceso sin principio ni fin.
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