“Líbrate de aplausos y lisonjeras palabras”
-A veces hay que gritar, carajo-
Existe un dicho, muy poco controvertido, conocido por todo el mundo “Aquel que pierde los estribos, también pierde la razón” Como ustedes comprenderán eso es absolutamente falso y, con ello, no queremos decir que para demostrar que tenemos razón, nos liemos a gritar y a despotricar.
Nuestra insana y larga experiencia, de vivir, nos ha demostrado con creces que suelen ser mucho más malas e imprevisibles aquellas personas que te susurran palabras bonitas, te acarician, con suavidad la espalda y se esconden tras seudónimos tan atrayentes como Alma, Corazón o Soror Bondad, por poner tres casos clásicos.
Al principio, como a todos, te pilla desprevenido tanta educación, amabilidad y supuesta bondad; pero les aseguro que éste tipo de personas son imprevisibles y las primeras dispuestas a la traición; eso sí, llueva granice o se abra la Tierra, jamás pierden la compostura y su actitud paternalista o maternal, según los casos, la mantienen, como un pendón bien alto; en tanto que ellos conocen bien lo extendida que se encuentra la manida frase ya mencionada, es como queriéndonos decir: “Mira, por mis obras me conocéis, no pierdo la compostura ni la educación, por lo tanto tengo la razón contra esos energúmenos que gritando dicen tenerla”
Pero ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Porque hace miles de años, al menos centenas, la debilidad tomó el Poder por la fuerza de la astucia y de la inteligencia, poniendo a los verdaderamente fuertes en una actitud servil hacia quienes ostentaban el Poder. Un poder conseguido, generalmente, con engaño y de forma sibilina. Desde entonces, no sabríamos decir desde cuándo, aunque simbólicamente lo representan muy bien los mitos de Caín y Abel o el de Esau y Jacob, los cuales, a pesar de ser los primogénitos y los más fuertes, sucumbieron a la barbarie y a la debilidad del Cuerpo, aunque a Abel le costará la Vida y a Esau su Herencia.
Desde aquellas lejanas épocas se nos ha inculcado que no debemos de perder, jamás, la compostura y que las cosas se solicitan con humildad y de buenas maneras, aunque nuestro derecho nos dé la facultad de tomarlas por la fuerza.
Por lo tanto ¿Qué intentamos decir? “Qué ustedes son los fuertes y que sirven, como esclavos, a los herederos de los débiles que, algún día, conquistaron el Poder con mentiras y engaños”; “que ustedes deben de aprender que eso de que quien pierde los estribos pierde la razón es falso”, a pesar de que nos lo hayan inculcado y grabado a sangre y fuego desde las más tierna infancia.
Deben, por último, aprender a ser tan astutos como los enemigos que, cada día, se aprovechan de ustedes. Huyan de los aplausos, no caigan ante los encantos de las palabras suaves y bonitas. Al bruto salvaje se lo ve venir y ustedes pueden huir o enfrentarlo; pero al astuto y sibilino es difícil verlo llegar y nuestra alerta ante el peligro queda desactivada.
Ustedes mismos huyan de los nombres místicos mencionados y otros parecidos. Si alguien dice llamarse “Luz Verdadera” con mucha probabilidad, su corazón esconda una terrible oscuridad. Si alguien dice llamarse “Alma”, casi con total seguridad, o no la tenga o la tenga enterrada bajo toneladas de basura.
Ustedes mismos, prefieran usar nombres más repelentes para el Mundo Profano, porque ustedes no necesitan engañar a la gente sino prevenirlas ante ese contenido ígneo de vuestras almas. Así, nombres como Cagliostro, Maquiavelo, Judas o Caín son más propios de verdaderos iniciados que no tienen la necesidad de esconder nada; generalmente debilidad y, amigos, la debilidad no es una virtud sino cobardía y vileza.
Que no os vuelvan a engañar jamás.
Frater Aralba R+C
93/93/93.
Amor bajo la ley, Amor bajo la Voluntad
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