“Ahora, ya conocida la Verdad”
-¿Cual es la actitud a tener en cuenta?-
“Maestro, (preguntaron a Jesús) ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús les dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y más grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
(Mateo 22:36-39)
“Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.”
(1a de Juan 4:16)
“Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto.”
(1a de Juan 4:20)
Acabamos de mostrar, en la anterior reflexión, que el Mundo es un Templo de Iniciación y la Vida el Viaje Iniciático. También hemos visto que el objetivo final de dicho proceso iniciático es la Redención del Alma y el retorno al Hogar Celeste de donde todos procedemos; es decir, conocer que éste Mundo no es nuestro verdadero Hogar sino algo temporal; pero lo que no hemos visto es la actitud, la forma en que debemos de enfrentar la Vida, cómo actuar en el Mundo para que la Iniciación se lleve a efecto y funcione adecuadamente.
El Evangelio de Mateo nos lo deja meridianamente claro: la actitud con la que debemos de enfrentar nuestro Viajes es con Amor; dicho de otra forma, con empatía hacia todo lo que nos rodea, ponernos en los zapatos del otro y cargarnos de comprensión y compasión; pero no, porque tal cosa vaya a beneficiarnos a corto, medio o largo plazo, sino porque salga de nuestra Alma.
Siempre se ha entendido, cuando hablamos de nuestros semejantes, que nos referimos a las otras personas y que son de nuestra misma Especie; pero lo cierto es que ése respeto, esa empatía, no debemos de tenerla sólo hacia otros humanos sino al conjunto de la Naturaleza, al conjunto del Cosmos, sin importar si son personas, animales, plantas, minerales o cosas en general. La Empatía por él o lo otro debe de estar presente, siempre, en nosotros.
Se dice que amar a los demás es semejante a amar a Dios sobre todas las cosas; y eso es, porque Dios lo es Todo y, consecuentemente, todos formamos parte de Dios. Por tal cosa se nos podrá señalar y decir que somos panteísta; pero eso nos importa bien poco, lo importante es que Dios es Todo, se encuentra en todo y es la Conciencia Universal. Una Conciencia de la que toda su Creación, en diferentes niveles, todos somos partícipes. Así, como se dice en la Primera de Juan, aquel que diga que Ama a Dios y no ama a sus iguales está mintiendo; en tanto que esos iguales, sus semejantes, también son parte de Dios; es decir, son Dios; pero además es que quien no ama a sus hermanos, no sólo es que no ame a Dios, sino que ni tan siquiera se ama a sí mismo, pues el Amor es Universal y si se ama es porque se tiene Amor y si no se tiene Amor no se puede amar, ni a Dios, ni a los semejantes ni a nosotros mismos.
En el versículo 20 del Capítulo cuarto de la Primera de Juan queda evidente, en tanto que se nos certifica que Dios es Amor y, por lo tanto, que quien ama está en y con Dios, siendo ambas cosas simultáneas; es decir, si no se ama, no se está con Dios; pero, del mismo modo aunque a la inversa, aquel que no tiene a Dios está imposibilitado de poder amar; pero, entonces, ¿Cuál es la actitud con la que debemos enfrentar nuestro Viaje Iniciático de la Vida en el Templo del Mundo?
Pues, la Verdad, no sirve, meramente, concientizarse de que debemos de ser buenos porque si no nos irá muy mal. Eso funcionaba durante la antigua dispensación donde la gente se movía por temor a las represalias de una Divinidad celosa y, la verdad sea dicha, poco o nada empática. Aquí, ahora, es diferente, en tanto que debemos de ser conscientes de que todos, desde Dios como el Todo y nosotros como las partes, aunque parezcamos insignificantes, formamos parte de una única e indisoluble Unidad. Nadie, salvo alguien estúpido y descerebrado se machacaría, por sí mismo, los dedos de la mano contraria con un martillo o una piedra. Ésa, amigos y amigas, es la verdadera actitud: “No puedo dañar a nadie porque me estaría dañando a mí mismo”, “Si estafo, robo o daño a un semejante me estoy estafando, robando y dañando a mí mismo” y “si maldigo y blasfemo contra Dios, estoy maldiciendo y blasfemando contra mí mismo”, “No puedo hacer daño a nadie porque tampoco me lo puedo hacer a mí mismo”. Hasta tal punto la inteligencia y la Conciencia se encuentran tan emparentadas con el Amor.
Así, quien no es capáz de amar tampoco es capáz de sentir a Dios y termina convirtiéndose en un egoísta psicópata y sociópata ignorante incapaz de conocer aquello que es Amor ni lo que significa ser amado; en tanto que quienes no aman son refractarios al Amor de los demás. Así, quien ama y ejerce, de forma natural, la empatía atrae hacia sí el amor de los demás; pero aquellos que son incapaces de amar, siendo autodestructivos, provocan rechazo en la gente que los rodea y se terminan automarginando, provocando, en un círculo vicioso, más y más rechazo hasta terminar por odiar, no sólo a la Humanidad sino, incluso, a toda la Naturaleza que lo rodea y convirtiéndose en un naturalofóbico y, consecuentemente, en un Ateo incapaz de sentir la Divinidad y, consecuentemente, encontrarse desprovisto de cualquier atisbo de Empatía.
Sólo teniendo Amor se puede esperar recibir la Gracia de la Fe, proveniente de Dios, y, consecuentemente, poseer la Esperanza. Esperanza que es imprescindible para poder afrontar los retos que el Viaje Iniciático de la Vida nos pondrá delante, en nuestro Camino. Así, sin Amor no somos nada y el futuro se encontraría vetado para nosotros; es decir, sin Amor nada somos y pasaremos por el Templo del Mundo como un mero suspiro, un parpadeo que apenas hubiese existido.
Espero, mis queridos Fratres y Sorores, amigos todos, que se entienda cuàl debe de ser nuestra actitud cuando emprendamos, de forma consciente, nuestro Camino Iniciático. Y ¿Cómo podemos saber que somos empáticos y el Amor nos acompaña?: Cuando dejamos de ser egoístas y avariciosos, cuando nos preocupan los problemas de aquellos que nos rodean o se nos vuelca el corazón cuando vemos un animalito herido. Cuando nos sale del Alma ayudar a alguien sin pensar que, por hacerlo, estamos invirtiendo para nuestra entrada en el cielo. Cuando nos cuesta discernir a quienes amamos más, si a nuestros familiares, amigos o la gente de la calle que no conocemos de nada, cuando podemos llorar, con la misma intensidad, por la muerte de nuestra mascota como por la muerte de un animal que veamos tirado en una cuneta y que de nada conozcamos. Sí, porque el verdadero Amor no hace distinciones al amar, como uno mismo debería de querer todas y cada una de las partes de su propio cuerpo del mismo modo.
Sólo, poseyendo Amor, se puede emprender el Camino de la Redención de nuestra Alma, pues el Amor nos permite acceder a la Fe y, por lo tanto, a la Gnosis que no es otra cosa que la Lux que nos podrá alumbrar en las Tinieblas del Camino emprendido. El Amor es el aceite que permite que la mecha de la Fe permanezca encendida y que la luz que desprende nos ofrezca la Esperanza de que no tropezaremos con algún obstáculo del Camino.
Pero ¿Cómo podemos conseguir ese Amor del que hablamos? Solicitándolo con pasión, mediante fervorosa Oración, a Dios, aunque creamos que nadie nos escucha. Dios siempre escucha cuando se le solicita Amor, pues Dios es Amor.
Frater Aralba R+C
No hay comentarios:
Publicar un comentario