20 abril, 2025

No hemos venido a cambiar el Mundo, sino a vivirlo

 “¡No hemos venido a cambiar el Mundo; sino a Vivirlo!”


-El Deísmo masónico está convencido de que, además de constructores de nosotros mismos, también lo somos del Planeta; pero es un craso error-

La Ideología masónica se encuentra extraordinariamente influida, pese a quien le pese, por el judaísmo más ortodoxo y en el Judaísmo, mis queridos amigos, no se cree ni  en el Cielo ni el Infierno. Esos son conceptos que incorporó el Cristianismo. 


Para los Judíos éste Mundo es lo único que existe y, según su Religión, ellos están aquí para heredarlo, para gobernarlo y aquellos que no cumplan con las premisas; es decir, con la Ley de Dios, no sean los elegidos, están condenados, simplemente, a desaparecer, tras la muerte, o convertirse, en Vida, en esclavos de los ciudadanos del Pueblo Elegido.


El Idealismo está intrínsecamente relacionado con el Deísmo y, aunque en parte no se encuentra equivocado de que el Ser Humano es un Dios en formación o un Dios venido a menos, lo cierto es que nuestra Divinidad se encuentra condenada a no ser activada en éste Mundo. 


Los masones cuando hablan de que nosotros somos la propia piedra bruta en construcción se encuentran en lo cierto; sin embargo no lo es, que nosotros podamos cambiar éste Mundo, en el sentido de un Lugar mejor para vivir, ni siquiera de forma temporal, cuanto menos para toda la Eternidad.


Es cierto que somos trabajadores que laboran, de forma inconsciente, en la transformación del Huevo Cósmico que es el Universo y que seremos mejores trabajadores mientras más conscientes seamos de la labor que estamos realizando. 


Venimos a ser, como los componentes del núcleo de las células que trabajan dentro del Huevo para formar el pollito; pero, en nuestras manos, no se encuentra determinar cómo será o dejará de ser el pollito. Eso se encuentra programado en la Memoria de la Naturaleza, y ese Programa lo desarrolló el Creador, del cual formamos parte sustancial, en tanto que Él vive en nosotros (Para los Rosacruces es Jesús-Cristo “El Salvador Enviado”) y nosotros somos parte de Él.


“El Hombre propone y Dios dispone” El Humano, en su arrogancia, cree que puede cambiar al Mundo y hacerlo a su antojo; es decir, pensando que sí Dios hizo el Mundo de forma anómala, en nuestras manos se encuentra el poder cambiarlo; pero se trata de otro error más. El Mundo, evidentemente, no es perfecto; pero no porque esté mal construído sino porque se encuentra en construcción. No está acabado. 


El Mundo; es decir, él Universo, todo lo que nos rodea son los fluidos biológicos de un Huevo Cósmico en el que se está gestando un Dios. Un Dios del que todos formamos parte y si lo hacemos bien, seremos una parte importante de su propia conciencia. 


Eso que hemos denominado cómo hacer las cosas bien es el Proceso de Cristificación conducente a la Transfiguración, resumiendo, a la Salvación del Alma Personalidad; dicho de otro modo, a la preservación tras la eclosión del nuevo Ser, de nuestra memoria y de nuestra Conciencia, (él Alma Personalidad). 


Si el proceso de Cristificación no se llevara a efecto, tanto la conciencia como la memoria se perderían, perdiéndose él Alma Personalidad para siempre. No se trata de que sea abandonada en un infierno sufriente donde el lloro y castañeteo de dientes sea para toda la Eternidad. 


Tal Lugar, en ése sentido, no existe y es meramente simbólico. Ése Infierno no es otra cosa que donde se guardan los registros de la Memoria de la Naturaleza, porque nos han oído decir, en cientos de ocasiones, que nada se pierde y no, tampoco se pierde la memoria ni la conciencia de quienes no hayan completado su proceso de cristificación; pero esa memoria y conciencia son meras grabaciones y, en modo alguno, son seres vivos tal y como lo entendemos. Es un Lugar, si así se puede llamar, donde él Espíritu puede entrar para recordar o hablar con la gente o los animalitos que ya no estén, incluso con ese geranio tan florido del que estábamos enamorado; pero esos recuerdos, esa conciencia que, incluso, puede dialogar, inteligentemente, con nosotros no pueden abandonar dicho lugar; es decir, los registros de memoria, porque no son seres verdaderos con Espíritu.


Así, los seres humanos, en cierto modo, de forma temporal podemos modificar nuestro entorno más cercano, con el fin de mejorar la calidad de vida, tanto nuestra como de aquellos que nos rodean; pero, en modo alguno tenemos la capacidad de cambiar el Mundo de forma definitiva y para toda la Eternidad. Así, todo en el Universo es cíclico y por eso los imperios nacen y mueren; por tal causa no existe civilización que pudiera perdurar para siempre. Es tan imposible como que un huevo pudiera permanecer, en su estado, por siempre. Si ésto fuera así, el pollito jamás nacería. Si el Universo fuese algo estable, perfecto, y sin cambios, él Huevo Cósmico que es el Universo jamás eclosionaría y su Eón, del que somos parte sustancial, jamás nacería.


Es importante que entendamos que el futuro no se encuentra en nuestras manos. La Humanidad, como el resto de seres que pueblan el Universo, somos meros trabajadores que estamos aquí para cumplir con un trabajo programado que se nos escapa. 


Es de Ley Natural el que intentemos, en lo posible, que nuestro entorno de trabajo sea lo más placentero posible y donde se sufra lo menos posible; pero que se nos quite de la cabeza: “el que somos algo así como dioses que estamos aquí para transformar el Mundo, reconvertirlo, y convertirlo en una suerte de Paraíso Eterno”. No, El Paraíso ya no existe, en el ahora, existió en nuestro pasado en la forma del Pleroma, de donde procedemos, y existirá en nuestro futuro, también en el Pleroma, a donde regresaremos, cuando el Huevo Cósmico eclosione y nazca, y nosotros con él, un nuevo Eón. Eón que, formará, junto a Sophía y el resto de los otros Eones, parte del Consejo Celestial del Pleroma. 


Vivir nuestra vida es realizar el trabajo que tenemos encomendado; es por ello que, nuestra función principal, es vivir; independientemente de que creamos que el motivo último fuera acumular experiencias. Eso es algo que se da por añadidura. Vivir conlleva experimentar y las experiencias no son otra cosa que recuerdos; pero recuerden, si se vive y experimenta de forma inconsciente; es decir, sin tomar conciencia del proceso iniciático que es la Vida, la Cristificación, todas esas experiencias, sus recuerdos y su conciencia, en tanto que Alma Personalidad, se podrían perder para siempre y almacenadas en unos simples registros infernales para ser visitados, ocasionalmente, por váyase usted a saber quién, si nosotros u otros investigadores del Más Allá.


Vivir la Vida, cuando decimos eso, no es meramente respirar, comer, defecar, copular o sentir emociones; sino también ser conscientes de nuestras acciones y considerar las posibles consecuencias. Vivir la vida supone, además, un intento de conocer no sólo nuestro entorno sino a nosotros mismos. Vivir la Vida supone colaborar, de forma cada vez más consciente, con el resto de operarios del Universo en el Proceso de gestación del Huevo Cósmico. 


Esa toma de Conciencia, que es la Vida, supone reconocer que somos los caballos que tiran del carro; pero también el cochero que maneja los caballos y, muy importante, el pasajero que viaja dentro del carro y que el cochero, por ir en la parte externa, es inconsciente de su existencia. Así, podríamos decir que el carro tirado por los caballos representa a nuestro Ser completo; en los que tanto el carro, sus ruedas y los caballos serían nuestro Cuerpo físico, el cochero que guía a los caballos y que posibilite que el carro se mueva, sería nuestra Alma-Perdonalidad y el Pasajero que va en el interior del carro sería nuestro Espíritu, nuestro verdadero Ser y el único que, en Verdad, tiene importancia.


En ese Vivir, del que venimos hablando, debemos de cuidar tanto de los caballos como del carro e incluso del cochero. No sirve decir: Cómo lo único que importa es el Pasajero, el Espíritu, me olvido de todo lo demás. Eso no funciona así, porque sin el carro y los caballos, él Cuerpo, ni el cochero, él Alma Personalidad, el Espíritu que es el Pasajero, no podría, jamás, llegar a su Destino. Por ello es tan importante que el Espíritu, en el proceso de Cristificación, termine asimilando tanto al Cuerpo como a su Alma Personalidad, porque el Cuerpo y la Personalidad son mortales y temporales. 


Solo haciendo lo temporal intemporal y lo mortal inmortal es posible que la Transfiguración del Alma se lleve a efecto y conserve las experiencias y sus recuerdos; así como la conciencia de haberlas experimentado y no se conviertan en unos meros archivos en la Memoria de la Naturaleza. Que nosotros no seamos meros figurante de cartón piedra en el escenario de la Vida, sino que nos convirtamos en los protagonistas necesarios en el advenimiento de Cristo-Dios, el Hombre Cósmico, un nuevo habitante en el multidimensional Pleroma.


Frater Aralba R+C


No hay comentarios:

Publicar un comentario