17 marzo, 2025

Redención (Salvación del Alma)

 “Redención (Salvación del Alma)”


-Incentivo gratuito para que todos, en tanto que almas-personalidad, cumplamos con nuestro Destino, que es el mismo del Universo-

Dice un dicho que todo en la Vida tiene un propósito y la propia Vida tiene su propósito: el producir la metamorfosis y nacimiento de un nuevo Eón en el Pleroma, la Plenitud de Dios. Nuestro Universo es un huevo cósmico y en cuyo interior se está gestando ese nuevo Ser. Un Ser del que todos somos parte estructural.


Tras su eclosión, Dios podría haber determinado prescindir de todas las herramientas y utensilios, nosotros formamos parte de eso; pero tuvo a bien, por gracia, ofrecernos, en tanto que almas personalidad, regeneradas, por el Proceso de la Cristificación, compartir la bendición de la Vida Eterna, junto al nuevo Eón, el Hombre Cósmico, que ayudamos en su parto. Así deviene lo mortal en inmortal y lo corrupto en incorrupto; pero para ello es necesario, primero, haber recibido la Gracia de la Fe; en tanto que sin Fe no sería posible la Salvación o Redención del Alma mortal; en tanto que la Redención no es otra cosa que eso, transformar lo corrupto en incorruptible y lo mortal en inmortalidad. La Fe no es otra cosa que el Conocimiento de nosotros mismos; un conocimiento procedente de nuestro Interior y a ése Conocimiento se lo denomina Gnosis.


La Salvación por Fe es una Gracia de Dios (es gratis total), no se consigue mediante algún tipo de pago con obras, ejercicios, rituales o plegarias:


Es un error el pensar que si hacemos las cosas bien para conseguir la Gracia de la Fe y de la, consiguiente salvación de nuestra Conciencia; ésto, se nos dará. No, el trabajo a realizar debe de ser completamente desinteresado y movidos por la empatía hacia nuestros semejantes y hacia todo lo que nos rodea; es decir, por puro Amor. Por mucho que se rece, que se asista a misa, confiese uno sus pecados o comulgue con el Cuerpo de Cristo, nada de eso vale si a los ojos del Señor Jesús, el Dios de nuestro Corazón, no somos merecedores de su Gracia. Y esa Gracia sólo puede recibirse si existe un afán desinteresado por servir al Espíritu Santo que mora en nosotros, en la Humanidad y en el Mundo (el Universo). 


Sólo entonces recibiremos la Fe; es decir, el descubrir dentro de nosotros ese Conocimiento olvidado y que le pertenece a Él, al Señor Jesus-Cristo (el Salvador enviado, el Mesías) que fue antes que nosotros y perdurará después de nosotros y que nos llevará consigo, al final del Tiempo, si el lo considera y sin pedir nada a cambio, salvo una cosa: Sed de Fé, sed de Conocimiento y Sabiduría; es decir, sed de Gnosis. Una Gnosis que no se nos concederá si, antes, el Amor no ha colonizado nuestro Corazón.


“Porque por gracia sois salvos por medio de la Fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”

(Efesios 2;8-9)


¿Qué es la Fe:


La Religión, durante milenios, nos ha hecho creer que tener Fe es lo mismo que creer. Creer es aceptar la Palabra de alguien en quien confiamos; pero sin la certeza o seguridad que nos podría dar una experiencia personal de la Cosa. La Fe es algo mucho más profundo e Interno que una mera autosugestión de que tengamos Fe. La Fe es la certeza y la convicción interna de que algo es de una manera y no de otra. Se trata del surgimiento de nuestro Conocimiento ancestral olvidado; es decir, el conocer que algo es de determinada manera sin que alguien nos lo haya comunicado antes. Que algo es así porque lo sabemos, aunque aparentemente no sepamos el por qué lo sabemos. El saltar con los pies descalzos sobre brasas incandescentes a sabiendas de que no nos pasará nada es tener fé, no porque veamos que otros lo hacen y no les pasa nada. Se trata de una certeza desconocida y a la que denominamos como Gnosis o Conocimiento interior; en tanto que conocerse a sí mismo es conocer a Dios. Por lo tanto, la Gnosis es el Conocimiento procedente de Dios, quien mora en nuestro interior. No esperemos recibir la Gnosis de terceros o leyendo algún tipo de literatura. Todo eso puede servir para darnos la llave que abra las puertas de nuestro Conocimiento Interior; pero la erudición del Conocimiento externo no puede suplir la Sabiduría del Conocimiento Interior    


“La Fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (El Conocimiento Interior de uno mismo, la Gnosis)” 

(Hebreos 11:1)


¿En qué hay que tener Fe?:


Básicamente en nosotros mismos, en nuestro verdadero Ser, el Cristo o Chispa de Espíritu que mora en nosotros. El Verbo que se fragmentó y sigue fragmentándose para darle Vida a su Creación, nosotros. Confiar en Cristo es depositar nuestra vida y futuro en sus divinas decisiones pues Él no puede equivocarse; sin embargo nosotros vamos a ciegas por la Vida tropezando constantemente en sus vicisitudes, porque nosotros como personalidades no sabemos apenas algo, al contrario que Cristo que es el Espíritu de Dios viviendo en nosotros, que lo sabe todo y conoce lo que es mejor y peor para nosotros. Tener Fé en Cristo es recordar que Él se sacrificó por sembrar la Vida en el Universo, no se suicidó como dicen los filósofos pesimistas, para que nosotros pudiéramos existir y así poder adquirir experiencias en el Plano de la existencia espacio temporal como objetos en movimiento; es decir, vivos y conscientes.


“Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Ésta es la palabra de Fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús (el Salvador) es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.”

(Romanos 10:8-10)


¿Cual es el objetivo de la Fe?:


El objetivo de la Fe es permitir que Cristo, el Espíritu Santo viviendo en nosotros, tome pleno control de nuestras vidas, redima nuestros actos groseros y, mediante la cristificación, los transmute alquimicamente en algo inmaculado capáz de poder ser trasladado de éste Mundo imperfecto al Mundo Perfecto en donde morará el Cristo Cósmico u Hombre Celestial tras su nacimiento, una vez que el cascarón del huevo que es nuestro Universo implosione y desaparezca para dar lugar, en una nueva dimensión, dentro del Pleroma, a un nuevo Eón, mediante su definitivo nacimiento, y de quien, nuestra Personalidad, transmutada formará parte eterna y sustancial.


“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito (el Verbo, el Creador), para que todo aquel (aquella alma-personalidad) que en él crea (ponga su Fe), no se pierda, mas tenga vida eterna.”

(Juan 3:16)


¿Quién es el Unigénito Hijo de Dios?:


Se trata del Verbo Creador, el Demiurgo de los gnósticos, emanación del Pleroma mediante su Madre, el Eón Sophía, y condenado a transformarse en uno más de los infinitos Eones que conforman la Conciencia Universal del Pleroma.


Se trata, valga la redundancia, de la Voluntad emanada del Eón Sophía, emanación, ella misma, del propio Pleroma y que sirviera como célula simiente para engendrar, dentro del propio Seno de Sophía, el Huevo Cósmico que es nuestro Universo. Del mismo modo que cuando un espermatozoide penetra en el Ovulo, éste comienza a fragmentarse y crecer en nuevas células clonadas, en las que cada una de ellas hará lo propio para construir órganos y estructuras corporales, así procedió el Verbo o Demiurgo dentro del óvulo de Sophía, separado de su propio cuerpo mediante una membrana, placenta, de Éter concentrado y que nuestros científicos reconocen como el Campo Cuántico. Es el Plano Cuántico lo que nos separa del Éter puro del Pleroma y donde existen tanto Sophía como el resto de los infinitos Eones, cada uno de ellos y sus universos, en su propia Dimensión.


“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él (el Creador) fueron hechas, y sin él nada de lo que existe, habría sido hecho. En él estaba la vida (el espíritu que mueve el Mundo), y la vida era la luz de los hombres (el Espíritu de Dios vive en el Hombre). La luz (el Conocimiento Interior de la Gnosis) en las tinieblas (la Ignorancia) resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.”

(Juan 1:1-5)


¿Cual es el Objetivo final de nuestro Universo?


El retorno del Verbo, el Cordero de Dios sacrificado en pos de la existencia del Universo, en todo su esplendor, poder y perfección. Así como se habla de un nuevo nacimiento de la Personalidad cuando hablamos de la Cristificación, conducente a la Transfiguración; así, de forma paralela, a un nivel macrocósmico, en el Universo se realiza una transmutación a nivel colosal que devolverá al Verbo renacido con el poder y la Conciencia del propio Pleroma para enseñorearse de su propia Dimensión y gestionar a todas sus criaturas rescatadas del horno de la centrifugadora en la que se convertirá el Universo en sus últimos momentos.


El lago de fuego no es otra cosa que los archivos eternos de la papelera de reciclaje de aquellos proyectos que no salieron como estaba proyectado. El resto, las almas rescatadas, salvadas o redimidas, compartirán el reinado con el Verbo reconvertido en el nuevo Eón, denominado como el Cristo Cósmico, el Hombre Cósmico o la Humanidad Cósmica. No se trata de una suerte de Paraíso estático, en tanto que el nuevo Eón, a semejanza de Sophia, su Eón de procedencia, seguidamente recreará, dentro de sí mismo, un nuevo Huevo Cósmico que, a modo de crisálida, empollará un nuevo y futuro Eón, siendo nosotros, en tanto que seres conscientes, los colaboradores necesarios para que la gestación de ese futuro nuevo Eón se lleve a buen término.


“He aquí, Él (Cristo) viene con las nubes y todo ojo le verá, aun los que le traspasaron; y todas las tribus de la tierra harán lamentación por Él; sí. Amén.”

(Apocalipsis 1:7)

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.

Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.

Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal. Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas. Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.

El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro. La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales. Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel. El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio; y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda; el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista. Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.

Y no vi en ella templo alguno; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.”

(Apocalipsis 21)

Así hemos visto como el Proceso de Redención; es decir, salvación, comienza con la gracia de la Fe o Gnosis. Fe necesaria para comenzar el proceso iniciático de la Cristificación. Cristificación que, bajo un entorno de empatía Universal, Amor, no es otra cosa que la transmutación de los aspectos más bajos y menos nobles del Alma, su ego o personalidad, para que tanto su conciencia como su memoria, puedan ser rescatados, salvados, en el fin de los tiempos, de su almacenamiento definitivo en ese Registro que es el Lago de Fuego y Azufre; dicho de otro modo, que esas personalidades, redimidas en sus mejores versiones, puedan seguir trabajando, a futuro, en beneficio del Pleroma en proyectos futuros a largo o muy largo plazo; habiéndonos convertido, así, en brazos ejecutores y constructores de la Mente Universal, representada en el Eón de Sophía, lugar donde se gesta el Huevo del nuevo Adán, donde nuestro futuro será hacer realidad los deseos del nuevo Eón, el Hijo del único Dios, el Pleroma, y de su Madre María, el Eón Sophía. Ese Proceso individual de redención personal es paralelo a la gestación del nuevo Ser Cósmico y del que nosotros no somos otra cosa, nada menos, que meras células encargadas de hacer cumplir la Voluntad de Cristo Jesús, nuestro Señor Dios. Así, con nuestra redención del Plano miserable de la Materia, surge la majestuosa presencia del Dios uno bajo una nueva y genuina manifestación, el Adán Cósmico que habrá recuperado su conciencia fragmentada mientras se gestaba el nuevo Ser en ese Huevo Cósmico que denominamos como el Universo.

En suma, la redención del Universo, de la Humanidad y del propio Ser Humano, se encuentra íntimamente ligada al nacimiento de un nuevo Eón y que, previamente, fuera el Verbo Creador para pasar a convertirse en el Cordero que quita los pecados del Mundo previo a su definitiva transformación en el Treceavo Eón; al tiempo que nuestras almas personalidad son rescatadas de su definitivo archivo en algún Lug

ar del Éter cargado de azufre y fuego. 

Frater Aralba R+C






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