“Relación de la Rosacruz con la Gnosis”
-En realidad se trata de un amor relativamente reciente-
No nos engañemos…
No fue hasta diciembre de 1945 que en el alto Egipto, Pueblo de Nag Hammadi, se encontraron, enterrados en unas vasijas de barro, trece códices de papiro, forrados en cuero, con un total de mil cien páginas conteniendo textos cristianos gnósticos en idioma copto, traducciones del griego original.
Hasta esa fecha, los textos gnósticos conocidos eran muy pocos y con una circulación muy reducida. Sólo el Corpus Hermeticum, las obras del denominado tres veces grande, Hermes Trimegistos, circulaban entre los reducidos círculos herméticos de los aficionados a la Alquimia. Entre esos otros escritos gnosticos, los más importantes serían los mal denominados textos de Ieu, la Perla Blanca y sobre todos los demás, la Pistis Sophía o Evangelio de Valentín, todos ellos escritos en copto o en griego.
Después de un estudio pormenorizado de los manifiestos rosacruces, la Fama Fraternitatis, la Confessio Fraternitatis y las Bodas Químicas, redactados dentro del Círculo de la Sociedad Cristiana de los rosacruces, en Tubinga, podemos afirmar sin equivocarnos que tanto Andreae como sus amigos, aparte de los libros de Alquimia y los textos bíblicos, no tuvieron acceso a unos textos gnósticos que eran considerados como anatema y, por lo tanto, prohibidos por la Iglesia de Roma y también por las reformadas.
Hay que recordar que la Reforma Protestante de Martín Lutero, es un movimiento Reformista que surge en el interior de la Iglesia Católica alemana y que, por lo tanto, solo tenía acceso, básicamente, a los textos bíblicos y que Lutero tradujo de la Vulgata en Latín de San Jerónimo, al Alemán. Los primeros rosacruces, en torno al círculo de Tubinga, no eran otra cosa que otros reformistas, dentro de la Reforma Protestante, que pretendían una reforma muchos más amplia y Universal, incorporando las recuperadas enseñanzas de la Cultura Griega platónica y aristotélica, así como el hermetismo procedente, de Medio Oriente, básicamente de Egipto; pero no sería hasta el Siglo XVIII y XIX que los pocos textos gnósticos existentes se pusieran en circulación. Ciertamente el invento de la imprenta de Gutenberg, tuvo mucho que ver, no solo para la difusión de los textos bíblicos, sino también los herméticos y, en menor medida, los pocos gnósticos que habían permanecido criando polvo y almacenados en los anaqueles de unas pocas y perdidas bibliotecas.
Así las cosas, en modo alguno podemos afirmar que la Rosacruz naciera en el Siglo XVII, arropada por el Conocimiento gnóstico del Cristianismo Primitivo; pero sí, por un afán Reformista que buscaba escudriñar en otros textos que no fuesen, exclusivamente, los bíblicos heredados de Martín Lutero.
El descubrimiento de los manuscritos de Nag Hammadi, a mediados del Siglo XX, produjo un terremoto descomunal en los círculos culturales de Occidente, sobre todo, en los ámbitos cercanos a la Cristiandad y muy concretamente dentro del Movimiento de las Sociedades Rosicrucianas que, enseguida no solo se hicieron eco del contenido de los textos gnósticos sino que irían incorporándose a su bagaje cultural con el fin de someterlos a una investigación exhaustiva. Jung y Herman Hess, entre muchos otros, fueron algunos de los insignes personajes, de la Cultura Occidental, que permearon su erudito bagaje con los novedosos textos gnósticos.
Así, en el seno de la “Fraternitas Rosaecrucis” de Clymer, la “Fraternidad Rosacruz Antigua” de Heller y, posteriormente, en el “Lectorium Rosicrucianum o Rosacruz Aurea” de Rijckenborgh, la Gnosis se convierte en una suerte de pendón identificativo de la Rosacruz, convirtiéndose en una suerte de nueva Religión que pretendiera recuperar las antiguas costumbres del Cristianismo Gnóstico Primitivo.
Con éste hecho, aceptación del mensaje gnóstico evangélico, se cierra el círculo que, aquellos como Andreae, Hess y Besold, buscaron, con ahínco, encontrar aquellos textos perdidos, del Cristianismo Primitivo, y con los que poder completar el puzle del verdadero Conocimiento Cristiano.
Así, no se trata de que la Gnosis, mediante los manuscritos encontrados en Nag Hammadi, sean un añadido postizo a la Rosacruz, sino una recepción obligada de algo que fuera buscado desde la fundación de los Rosacruces, en el Siglo XVII; pues bien, del mismo modo que el texto bíblico, especialmente el Nuevo Testamento, no es motivo para crear dogmas, así los nuevos textos encontrados y añadidos tampoco son utilizados para dogmatizar y crear nueva Doctrina, sino para ser meticulosamente investigados con el fin de aportar su antiquísima Luz al Conocimiento Divino de la Humanidad y, en ese Trabajo se encuentra también nuestro “Colegio Invisible de la Rosacruz”.
Quizá, en un comienzo, los despistados fundadores de la Rosacruz estuviesen desposeídos, a parte del Corpus Hermeticum, de una parte sustancial de la Gnosis; pero hoy podemos decir, con cierta satisfacción, que el Círculo de Fuego se ha cerrado y que la Rosacruz recuperó la Gnósis del Cristianismo Primitivo y que la Gnosis ha regresado a la Rosacruz, su verdadero Hogar.
Frater Aralba R+C
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