“La Teología es un constructo Humano”
-Todos los ipsimus son utopías-
La Teología es una suerte de pseudofilosofía en concubinato con una pseudociencia, construidas, artificialmente, sobre una balsa de madera, representativa de una Fantasía interesada y que flotara sobre una tina de aceite que representaría a la Realidad…, que no se nos molesten los teólogos que han ocupado tantos años de su Vida en estudiar tales entelequias. No nos echen la culpa a nosotros.
La Religión y, por lo tanto, sus diversas teologías, aunque contemplen mitos disparatados, está construida por el Ser Humano. Así, sus cosmologías, sus doctrinas, sacramentos (quizá con un par de excepciones, la Eucaristía y la Consagración por Imposición de Manos) y dogmas han surgido de la imaginación de otros seres iguales a nosotros. No, no ha venido algún ángel Moroni a entregarnos unas tablillas de Oro con la Palabra de Dios impresa en ellos. Éste, que mencionamos, es el caso más espectacularmente fantástico e infantiloide de todos los relatos de cómo la Palabra de Dios llega hasta la Humanidad.
Qué Dios existe es una obviedad que es básicamente imposible de poner en duda. Que Dios es una suerte de gigante con figura Humana e investido de características de un Superhéroe, es una fantasía que una Mente, medianamente instruida, no puede aceptar con facilidad. Ahora bien, si entendemos a Dios como la Mente Cósmica que se encuentra en todas partes y responsable de todo, entonces ya comienza a cobrar sentido. El problema surge cuando se toma, de forma literal, aquello de “Hizo Dios al Hombre a su imagen conforme a su semejanza”; aquí, llegamos al quid de la cuestión, en tanto que esas palabras reflejan una idea certera; pero que nada tiene que ver con su literalidad.
Los seres humanos pertenecemos a una suerte de microcosmos de los muchos que contiene el macrocosmos. Así el Ser Humano está diseñado a “Imagen” en tanto que reflejo de una Entidad identificada con el Macrocosmos; es decir, el único Dios que supone la Plenitud del Pleroma. Es como si dijéramos, que somos algo así como células holográficas diminutas que contuviesen, comprimida, la misma información; pero degradada individualmente (como sucede en un holograma), de un holograma muchísimo mayor, Infinito y Eterno, Dios el Pleroma. Y seríamos semejantes, según el texto del Génesis, en la manifestación, reducida, de nuestro poder mental capaz de conseguir hacer posible aquello que, aparentemente, parece imposible.
Cuando la Teología habla acerca de los atributos de Dios, ya sabéis, su infinitud, perfección, eternidad, presciencia, que todo lo conoce, etc, etc…, son conceptos surgidos del Ser Humano; es decir, de cómo alguien concibe, con su imaginación, a Dios. Luego esos conceptos, renombrados como atributos, se enlatan debidamente en algún catecismo como dogmas pertenecientes a un constructo doctrinal. Éste constructo doctrinal es lo que viene a diferenciar a unas religiones de otras; dicho de otro modo, Dios es imaginado, por cada ser Humano, de diferente modo y a su “Imagen y Semejanza”; pero Dios es infinitamente más que todo eso, siendo una soberana arrogancia el intentar etiquetarlo con determinadas características, los atributos mencionados.
Así, los humanos hemos etiquetado a Dios con sufijo “Ipsimus” lo más de lo más: el más perfecto, el más poderoso, el más…, de todo; pero se trata de un error infantil, en tanto que se lo contempla como algo a parte de nosotros, como al otro.
Ese otro, al que podríamos mirar cara a cara, según el imaginario popular no existe; ahora bien, miremos donde miremos, ahí está Dios, al menos en una de sus microscópicas facetas; en tanto de Dios el Pleroma lo es todo, tanto dentro de nuestro Universo como fuera de Él, en otros universos o cubriendo el Campo del supuesto vacío del Espacio. Miremos donde miremos, aquello que miremos o a quien miremos, allí se encuentra Dios observándose a sí mismo en nosotros.
Para la Mente instruida del Ser Humano actual, la Teología se ve como una suerte de juego de niños, en donde estos aprenden a imitar a sus adultos. El problema es que los niños tienen su referente en los adultos que los rodean; pero los teólogos sólo cuentan con su percepción del Universo y su imaginación; pero esas mismas son las herramientas del Filósofo, con la diferencia de que la Teología consiste en ir cerrando puertas y la Filosofía se dedica a abrir ventanas. Puertas que en un caso, una vez cerradas, se transforman en “Misterio incomprensible” y “Ventanas” que representan a nuevas preguntas cuyas respuestas conducen a nueva preguntas en una cadena interminable e ininterrumpida.
Podemos aceptar que todos los atributos asignados a Dios sean ciertos, incluso muchos más que, en la actualidad, somos incapaces de imaginar en un Ser preexistente, eterno, inmortal e infinito que todo lo cubre y que fuera de él nada existe; pero nos parece un juego improductivo dedicarnos, es lo que hace la Teología, a acatalogar dichos atributos e intentar comprender, someramente, la Mente de Dios.
Aquí, en nuestro reducido Mundo, cárcel sin barrotes, esos “Ipsimus” o atributos supremos, no pueden existir en tanto que todo se encuentra supeditado a limitaciones y restricciones de todo tipo, la fuerza de gravedad por ejemplo, la atmósfera oxigenada que cubre nuestro Planeta y las inmensas distancias interestelares que separan a los diferentes mundos y sistemas estelares.
Esa perfección absoluta, ese poder total, ese estar en todas partes, la Sabiduría Plena, para el Ser Humano, según nuestro entorno, no dejan de ser otra cosa que utopías inalcanzables; pero no, por ello, objetivos a perseguir, aunque se tenga constancia plena de que jamás serán alcanzados; al menos, en nuestra Condición Humana actual.
Así, podríamos entender que Dios es lo más grande; pero también lo más diminuto y en donde conviven el Conocimiento con la Ignorancia, el Bien con la Oscuridad y la Luz con las Tinieblas. Los conceptos de Cielo e Infierno, son invenciones humanas construidas para darle un sentido bipolar, en tanto que, en nuestro Mundo, todo es binario, a nuestras experiencias y percepciones.
Se dice, erróneamente, que la Ignorancia es la falta de Conocimiento, que el Mal es la ausencia del Bien y que la Obscuridad es la ausencia de Luz; pero eso supondría una existencia individual tanto de la Ignorancia, como del Mal y la Oscuridad. Lo cierto es que no es así, sino que se trata de un problema derivado de nuestra limitada percepción y comprensión. Tanto la Ignorancia, como el Mal y la Oscuridad son meras herramientas que utilizamos para entendernos dentro de nuestra limitada comprensión. Así la oscuridad no existe; sino tan solo nuestra limitación de observar la Luz, energía electromagnética, presente en lo negro y que denominamos, incorrectamente, como Tinieblas o ausencia de Luz. Así sucede igualmente con el Mal, en tanto que se trata de un bien imperceptible a nuestra limitada comprensión. Así, los Rosacruces nos enseñan, a sus estudiantes, que “El Mal es Bien en Formación” lo que conocemos, erróneamente, como Mal tiene su sentido profundo aunque nosotros no seamos capaces de entenderlo “Todo conduce al Bien” o “Después de la Tempestad viene la Calma” la Muerte debe de existir, en nuestro Mundo, para que nueva vida deba de fructificar. Lo que para nosotros parece mal, por ejemplo ser devorados por un León, para el León es un bien, en tanto que gracias a nuestras proteínas podrá sobrevivir una semana más. Así,del mismo modo, la Ignorancia está repleta de un conocimiento que somos incapaces de concebir; pero ahí está, esperando a que se creen nuevos ojos que puedan observar la Sabiduría que en ella se encuentra. Es como decir que, tanto la Ignorancia como el Conocimiento, ocupan un mismo espacio; pero esa Sabiduría de la Gnosis no puede contemplarse hasta que no se despejan nuestros ojos de esa venda negra que nos cubre y que sería una alegoría respecto a abrir la percepción de nuestro tercer ojo, el ojo que es capaz de ver en el Mundo del Espíritu y donde ya, ni la ignorancia, ni las Tinieblas ni el Mal poseen cabida, porque todo está lleno de la magnificente majestad del Pleroma, donde solo existe el Uno y donde las individualidades y particularidades se han sumado, sinérgicamente, a la Unidad originaria del Todo.
Frater Aralba R+C; S.C. de la F.R.A. en España, vía su A.M.L. “Rosa Mística”; Linaje: Huiracocha, Aureolus, Camael, Amorifer.
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