20 junio, 2024

La Discreción mal entendida

 “La Discreción mal entendida”


-Pues no hay nada oculto que no haya de ser manifiesto, ni secreto que no haya de ser conocido y salir a la luz.-

(Lucas 8:17)

Se habla mucho de la discreción de los maestros de las escuelas de Misterios; pero más que de discreción se trata de su fórmula de gestión del tiempo; una cuestión de prioridades.


Por regla general, un Maestro (Instructor) atiende de forma exclusiva y personal a su Discípulo. Lo que no entiende la gente, es que son los discípulos los encargados de difundir y explicar las verdades del Maestro.


No se trata de que un Maestro haya jurado voto de silencio o discreción, ni que sea una Persona extremadamente humilde, que lo será, seguro; sino que es tanto lo que tiene que hacer, que tiene que delegar parte del trabajo en su Discípulo.


Tampoco se trata de que el Maestro tenga secretos que guardar, todos los tenemos; sino que conoce cuándo y a quién decir ciertas cosas y cuándo y a quién no.


Los discípulos poseen la responsabilidad de que las palabras de sus maestros sean bien entendidas y, en lo posible, no sean tergiversadas por quienes las escuchen.


La discreción más que una obligatoria contención de palabras es utilizar la razón y el sentido común a la hora de soltarlas y, sobre todo, a quienes se dirigen.


Por supuesto que no debe de confundirse la discreción con la humildad. Alguien puede ser discreto y no ser humilde; pero, de seguro, quien sea humilde será discreto. El problema es que los amigos de juzgar a los demás confunden la humildad con la discreción.


Por otro lado, una persona con gran facilidad de palabra puede ser muy discreta a la hora de contar lo que ella considere aquello que deba de ser contado. Por el contrario, una persona parca en palabras o muy tímida puede ser muy indiscreta y meter la pata cada vez que hable.


Por lo tanto, se trata de un error el considerar a una persona como discreta o humilde porque hable poco y se haga de rogar, probablemente su silencio sea una estrategia para esconder su verdadera ignorancia; lo mismo que es otro error considerar que alguien sea indiscreto porque cuente, con pelos y señales, aquello que considere que deba de ser contado.


Resumiendo, un maestro, raramente, por una cuestión de pura economía de recursos, se dirigirá a su audiencia salvo mediante conferencias, discursos y redacciones literarias. 


En éste caso, serán los discípulos los encargados de desarrollar el trabajo de sus maestros, así como tener la función de responder a las preguntas tanto de estudiantes como curiosos y ello, en modo alguno supone que el Maestro sea discreto y su discípulo indiscreto; simplemente, cada cual cumple con su función encomendada.


Nosotros, por poner un ejemplo conocido, como Discípulo de nuestro propio Maestro, tenemos encomendada la misión de mostrar a los estudiantes su conocimiento; así como de responder a las preguntas que tengan, siempre que conozcamos las respuestas; pero eso no significa que, por contar lo que contamos, seamos indiscreto en comparación con nuestro Maestro; al cual nadie más que yo, en tanto que sus discípulo, conoce.


Así debe de quedar claro que no es un acto de indiscreción el contar aquello que consideramos que deban de conocer; y eso se hará muy a pesar del qué dirán o puedan pensar aquellos dispuestos a juzgarnos por la cantidad de nuestras palabras más que por una calidad que no sean capaces, por ignorancia, de calibrar.


Un Autor puede ser bueno o malo independientemente del número de palabras por minuto que pueda teclear. Grandes autores, en la Historia, fueron muy prolíficos; del mismo modo que autores mediocres también lo fueron; pero también encontramos lo contrario, autores excelentes de una sola Obra o autores terribles también de una sola Obra.


La Discreción consiste en decir aquello que se tenga que decir a aquellos que deban de escucharlo; pero esa decisión es exclusiva del propio Autor, más que de los autonombrados críticos que se atreven a juzgar donde se encuentra la frontera entre la discreción y la indiscreción; y por lo tanto, de quién es discreto y quién no lo es.


Bajo determinadas circunstancias, sobre todo de peligrar la Vida, el secreto y la discreción son necesarias; pero, en el resto de los casos, hay que seguir el criterio de nuestro breve pasaje de Lucas: en lo posible, nada de secreto o discreción; eso, claro, sin convertirse uno en un charlatán y en un bocazas que hable a destiempo o de forma improcedente, resultando ofensivo, aburrido o desconcertante.


Frater Aralba R+C; S.C. de la F.R.A. en España, vía su A.M.L. “Rosa Mística”


 


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