“Euxáristia (Agradecimiento a Jesús por su sacrificio al mostrarnos la Cristificación, el Camino hacia Cristo el Señor Dios”
-Sacramento, Ritual, Memoria y significado del Proceso Chrístico o de Cristificación”
Aunque lo hemos explicado, convenientemente, en algunos de nuestros trabajos anteriores, no creemos que esté de más recordar que aunque para las diferentes denominaciones eclesiásticas, la Eucaristía solo posee un componente meramente de recordatorio reverencial de la Pascua de Jesús antes de su martirio y crucifixión, como es en el caso de la mayoría de iglesias evangélicas procedentes de la reforma de Juan Calvino, o de acto mágico, más o menos literal, de la transustanciación del pan y del vino en la verdadera carne y sangre de Jesús, caso extremo en la Iglesia Romana o más ambiguo en las reformas procedentes de Lutero o de la Iglesia Presbiteriana (Anglicana) promovida por el Rey Inglés Enrique VIII.
Aún así, también posee un Sentido Esotérico, oculto, que contiene el verdadero Conocimiento (la Gnósis) de las palabras de Jesús y cuyo sentido literal es meramente alegórico o metafórico; es decir, simbólico. Pero un simbolismo que no pierde un ápice de la Magia del Sacramento de la transubstanciación eucarística; pero no en el sentido literal de la Carne y de la Sangre del Cuerpo Material de Jesús, el Portador de Cristo (el Elegido o Ungido), sino en el de la Carne y Sangre Etéricas de Cristo y procedente del Padre, o sea, del Pleroma.
Con la muerte del Hombre material, Jesús, en la Cruz del Calvario; en realidad unos instantes antes, recuerden aquella frase de:
“Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has abandonado?”
(Mateo 27:46)
Pues bien, en ese instante el verdadero Cuerpo Celestial de Cristo, su Carne y Sangre etéricas son desprendidas del Cuerpo de Jesús y, como una poderosa Fuerza Electromagnética, desplegada en la forma del Espíritu Santo sobre todo el Planeta y sus habitantes. Esa fuerza es una vibración de despertar general procedente del Pleroma y ahí reside la verdadera Fuerza de la Cristificación conducente a la transmutación de un Hombre material en otro Hombre Nuevo Espiritual.
“Y (Jesús con Cristo en Él) tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo (el de Cristo Dios), que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre (el Éter del Pleroma), que por vosotros (vuestro conocimiento y salvación) se derrama”
(Lucas 22:19-20)
Con la muerte del Cuerpo físico de Jesús, el Cuerpo Etérico de Cristo, su Éter Celestial, se libera, en la forma del Espíritu Santo, con el fin de que su Sagrada Vibración pueda despertar, por inducción, a Cristo en nosotros mismos.
“Porque yo recibí del Señor lo mismo que os he enseñado: que el Señor Jesús (el Hombre portador de Cristo), la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que es (partido) para vosotros; haced esto en memoria de mí. De la misma manera tomó también la copa después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto, cuantas veces la bebáis, en memoria de mí. Porque todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte (el sacrificio) del Señor (Cristo mediante la muerte de Jesús) proclamáis hasta que Él (Cristo) venga (en vosotros). De manera que el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente (de forma rutinaria y sin conocimiento de causa), será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor (del martirio y sufrimiento de Cristo en la carne de Jesús).”
(1a de Corintios 11:23-27)
El Evangelio gnóstico de Juan pone nuestra atención más en el Cristo Celestial que en el Jesús material y muestra, de forma velada, para los cristianos iniciados la forma de salvar sus almas mediante el alimento espiritual que supone despertar a Cristo el Señor, sentándolo primero en el Trono del Corazón y elevándolo después al Trono de la Cabeza.
“Yo (Cristo) soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne (el Éter pleromatico de Cristo), la cual yo daré por la vida del mundo. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede este (hablando de Jesús) darnos a comer su carne? Jesús les dijo: “De cierto, de cierto os digo” (un acertijo místico): Si no coméis la carne del Hijo del Hombre (no la suya sino la del Cristo Celestial), y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros (sino muerte mediante la carne y sangre materiales). El que come mi carne y bebe mi sangre (las de Cristo), tiene vida eterna (no dice tendrá en futuro sino tiene en presente); y yo (Cristo) le resucitaré (transfiguraré) en el día postrero (Después de la muerte del Cuerpo físico). Porque mi carne es verdadera comida (espiritual), y mi sangre es verdadera bebida (espiritual). El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí (Cristo el Señor) permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente (el Pleroma), y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come (me recibe), él también vivirá por mí (en tanto que recibe el Éter proveniente del Pleroma). Éste es el pan que descendió del cielo (La Fuerza del Éter Chrístico); no como vuestros padres comieron el maná (comida material), y murieron; el que come de este pan (Vibración Celestial), vivirá eternamente.”
(Juan 6:51-58)
¿Qué son la Carne y la Sangre de Cristo? La Carne se refiere al Vehículo de Manifestación transmutado a Carne Celestial y la Sangre, en tanto que Vehículo del Alma, la afluencia de Cristo en nuestras vidas.
En definitiva, se trata de indicarnos que, durante el proceso de Cristificación, el Hombre Carnal que se alimenta exclusivamente de materia, debe de ir transformando su hábito alimenticio incluyendo en su menú, una mayor ingesta de alimento Espiritual; es decir, de Éter Chrístico procedente del Pleroma, porque, en verdad, de eso se trata cuando se habla de alimentarse de la Carne y de la Sangre del Señor, Cristo, nuestro Maestro Interior que nos puede convertir, en tanto que Almas Personalidad, en sus hermanos y, por lo tanto, en Hijos del Dios Padre, el Pleroma.
Es decir, sí existe una suerte de transubstanciación, más científica (gnóstica) que mágica en la que entran en juego unas Fuerzas electromagnéticas o fluidos etéricos que no pertenecen a éste Mundo.
En ese sentido hay que entender que Jesús, Cristo en Él, muy raramente se expresaba literalmente sino mediante subterfugios literarios contenedores de un profundo simbolismo iniciático. Del mismo modo que decíamos acerca del “Karma y de la Reencarnación: Sí pero No” así podemos decir acerca de la “Transubstanciación del Pan y del Vino en la Carne y en la Sangre de Cristo: Sí pero no”, en tanto que Jesús en su alegoría no se estaba refiriendo a la carne y sangre de su Cuerpo Material sino al fluido Espiritual de Cristo morando en Él y cuya Carne y Sangre etéricas; es decir, sublimes y espirituales, no proceden de éste Mundo Temporal sino de nuestro verdadero Hogar Celestial, el Pleroma, en tanto que Hermanos de Cristo e Hijos de Dios.
Ese Espíritu desplegado sobre los habitantes de la Tierra, tras la muerte física de su portador, no es otra cosa, como hemos mencionado, que el Fuego del Espíritu Santo que nos llega, desde el Pleroma, tras el Sacrificio de Jesucristo en la Cruz del Calvario.
Frater Aralba R+C
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