22 enero, 2024

Cuerpos sutiles, ingrávidos y gentiles

 “Cuerpos sutiles ingrávidos y gentiles”


-La restauración del Hombre verdadero-

“Nunca perseguí la gloria

ni dejar en la memoria

de los hombres mi canción;

yo amo los mundos sutiles,

ingrávidos y gentiles

como pompas de jabón.

Me gusta verlos pintarse

de sol y grana, volar

bajo el cielo azul, temblar

súbitamente y quebrarse.”

(Antonio Machado Proverbios y Cantares-I)


Desde que nacemos para éste Mundo, nuestro Espíritu es acompañado, hasta que fenece, por un vehículo material y que es su cuerpo de manifestación actual. Por lo tanto, no teniendo, en tanto que personalidad, recuerdos de otras vidas o avatares, damos por sentado, de forma equivocada, que ésto siempre ha sido así y que lo seguirá siendo hasta el final del Universo y, bueno, en parte es así, al menos a simple vista.


El Cuerpo del que hablamos, nuestro vehículo de manifestación, en éste Plano de existencia se encuentra constituido por inmensas colonias celulares que, al mismo tiempo, constituyen la expresión visible de grandes complejos moleculares constituidos de átomos y estos últimos por partículas cuánticas que se mueven a la vertiginosa velocidad de Plank y surgidas, aparentemente, de la nada. Como se puede comprender, con ésta breve explicación, lo que conocemos como Ser Vivo en general y Humano en particular es todo un Universo de partículas que toman masa del Campo de Higgs, en la Frontera interdimensional cuántica, nuestro Éter Rosacruz de siempre, y que poseen una organización intrínseca para cumplir con objetivos muy concretos que nuestra Ciencia aún no es capaz de explicar.


Pues bien, éste cuerpo no es nuestro verdadero Cuerpo sino un vehículo, prestado, con las partículas de su entorno, construido por el propio Espíritu, la Mente Cósmica, utilizando los ladrillos cuánticos de la materia según un minucioso diseño predeterminado.


Nuestro verdadero Vehículo Espiritual, constituido exclusivamente de Éter, no es operativo en ésta Dimensión Espaciotemporal y no le queda otra que atrapar en su órbita espiritual, mental, las partículas elementales que se forman en el Universo partiendo del Éter. Éste, una Substancia Espiritual extremadamente sútil y que nada tiene que ver, en principio, con la Materia. 


Nuestro Cuerpo verdadero procede del Mundo de las Ideas y como tal, es eterno e Inmortal, pudiendo tomar cualquier forma, dimensión y densidad; además de poder combinarse a capricho con los vehículos etéricos de otras unidades espirituales, recuerden los reflejos de un laberinto de espejos en el que nos encontramos. En el Mundo de las Ideas, el Pleroma o cuerpo de Dios, que es de donde verdaderamente procede nuestro Espíritu, la relación entre los cuerpos es diferente a la grosera e imposible de aquí sino que se asemeja mucho a la gentileza existente entre las gotas de agua que conforman los océanos de la Tierra. Por lo tanto, aunque en semejanza, nuestro vehículo prestado se parezca a nuestro Cuerpo de origen, la diferencia es tan grande como la que pudiera existir entre el infinitesimal punto del vértice y el infinito triángulo equilátero de donde procede. Esa es la verdadera diferencia entre el hombre natural caído en desgracia de nuestro mundo y el Verdadero Hombre procedente del Pleroma, nuestro Mundo Original, y que por el Accidente Cósmico producido y mal denominado como Pecado Original, ya muy repetido en nuestros escritos, quedó reducido y fragmentado en infinidad de diminutas partículas de Éter y que son las que terminan conformando por atracción consciente las partículas cuánticas de las que están constituidas todas las cosas de éste mundo, desde la más diminuta partícula de Plomo o Uranio hasta las de los gases nobles, el propio aire o el hidrógeno del falso vacío del Espacio.


En definitiva, desde tiempo inmemorial en éste Plano, un mero suspiro en el Pleroma, una Súper Entidad Divina quedó atrapada, sin poder manifestarse a su antojo, en una Burbuja dimensional, rodeada por una muralla cuántica y que conforma el tejido del Espaciotiempo de nuestro Universo.


Así las cosas, la única forma de restaurar el original Cuerpo del Creador del Universo, sutíl, ingrávido y “gentil”, lo contrario de grosero, es primero, tomar verdadera consciencia de la penosa situación en la que los fragmentos de la Divinidad nos encontramos, para después agruparnos en densas capas de materia y colapsar, mediante un super masivo agujero negro, todo el Universo conocido y desconocido hasta desaparecer por completo.


Cuando hablamos de restaurar el Cuerpo, constituido exclusivamente de Éter del Pleroma, no nos referimos a que eso pueda ser posible en nuestro actual estado de existencia, sino que, precisamente, por el contrario, hay que acabar con ese estado de existencia macrocósmico para que los microcosmos o mónadas al modo de las gotas de agua dispersas y contaminadas puedan unirse ya límpias para conformar una única unidad acuosa que, en nuestro caso sería el Adam Kadmón de los Cabalistas, el nuevo Hombre Cósmico de los rosacruces o la restauración del Creador, el Demiurgo que fragmentara, tras la Creación, su Espíritu en almas individuales con el fin de que su Creación cobrará vida.


Del Proceso de Restauración o Cristificación, conducente a la Ascensión o Transfiguración ya hemos hablado suficientemente y no entraremos en profundidades ya sondeadas; pero sí debemos remarcar que la Cristificación individual de los microcosmos o mónadas de existencia deben de conducir a la unificación de todos y cada uno de los microcosmos en una sola Cosa, Cristo el Hombre Nuevo tras haber absorbido dentro de su Cuerpo Etérico, la totalidad del Universo, conocido y desconocido.


Frater Aralba R+C



No hay comentarios:

Publicar un comentario