“El Espiritismo”
-El Poder del autoengaño-
Desde aquí, nuestro fraternal cariño a las comunidades espíritas y, sobre todo, a sus miembros que siguen con profunda creencia y fervor las importantes enseñanzas de Allan Kardec. Hemos estado pensando mucho si publicar, o no, ésta reflexión, dado que no existe nada, más lejos de nuestro interés, que perturbar las fuertes creencias de nuestros hermanos y hermanas espíritas; pero, en honor a la Verdad, no nos ha quedado otra que emprender éste amargo viaje, esperando que su contenido sea tan claro que todos puedan entenderlo, a sabiendas de que en nuestras palabras no hay nada personal ni intención de agredir a nadie.
Que los espíritus existen es una obviedad que sólo los ateos se atreven a negar. Todo es Espíritu, el Espíritu de Dios nos rodea y penetra hasta en lo más profundo. Todo está compuesto del Espíritu Santo, de su Éter y nosotros, como no puede ser de otro modo, también; pero el Espíritu que nos rodea, siendo del Creador, dimensionalmente, sin dejar de ser Uno, se encuentra fragmentado y viviendo, temporalmente, dichos fragmentos, en las estrellas de nuestro Universo que como venimos diciendo, son la manifestación física de las embajadas de los otros eones, a parte de Sophía que es nuestro propio Eón, del Pleroma, el Dios único, innombrable e Incognoscible.
Así, más que de Espíritus, cuando hablamos de personas, animales, plantas o cosas, estamos tratando no de sus espíritus sino de sus almas espirituales inmortales. Cuando alguien muere, su Alma, una parte, la mortal se queda pegada a su Cuerpo para ser reciclada en el Cuerpo de la Tierra, es decir muere; pero no sin antes haber traspasado información importante a la otra parte inmortal que volará, dependiendo de su situación, o a Shamballa si ésta Alma superó el proceso cristificador de la Transfiguración o será atraída por su Espíritu, en su Estrella, para configurar, a partir de su información acumulada, una nueva Alma Personalidad que deberá de renacer para intentar concluir el trabajo que su anterior Alma Personalidad no pudo terminar.
Así las cosas, no queda ninguna Alma Espiritual desencarnada errante en alguna de las múltiples dimensiones que pudiera ponerse en contacto con los mortales que vivimos en el Planeta; pero, entonces, si no se trata del Espíritu o Alma de los muertos quienes se ponen en contacto con los vivos ¿De qué se trata?: pues de una confusión y un autoengaño de nuestra múltiple Personalidad.
Sobre que nuestras personalidades están constituidas de incontables egos, como un bote lleno de canicas de colores, ya hemos hablado. También de que ésa coherencia inmutable de esos egos, constituidos en una aparentemente estable jerarquía, pueden fragmentarse, haciendo sufrir, a sus poseedores, una suerte de múltiples personalidades que, en el peor de los casos, lucharán entre sí por mantener u obtener el liderazgo de la Personalidad.
Lo que se manifiesta en las sesiones, legítimas, de los espíritas no son los espíritus de la gente que abandonó éste mundo, sino éstos egos rebeldes que intentan obtener su minuto protagónico y de gloria. Somos nosotros mismos, en nuestro fuero más Interno, quienes, de forma inconsciente, recreamos egregóricamente algo ya inexistente y, por lo tanto, no presente, el Alma o Espíritu de nuestros fallecidos.
Se podría argüir que éso no es posible pues la información que nos ofrecen, en muchas ocasiones es novedosa y no conocida por gran parte de los asistentes y reunidos alrededor de la Mesa Espírita; pero la Verdad es que la explicación de ésto es muy sencilla: el acceso a los registros akashico de la Memoria de la Naturaleza y donde se encuentra, de forma íntegra, la información de todo lo acontecido en el mundo, también la memoria de nuestros seres fallecidos. Se trata de un acceso simple, sencillo e inconsciente, de una parte de nuestra Personalidad, a dichos archivos.
Bien, ya tenemos enumerados a los protagonistas de ésta farsa. Por un lado tenemos a gente mal instruida en las cosas del Espíritu; es decir, no iniciados, tenemos también una Memoria de la Naturaleza y a la que es muy fácil de acceder; aunque el común de los mortales no saben hacerlo, al menos de forma consciente y por otro lado tenemos a unos egos, componentes de la Personalidad, mortales por naturaleza y deseosos de alcanzar protagonismo o, al menos, su minuto de gloria y nos falta el Protagonista más importante de todos, el Médium o Canalizador portador de esos egos y capaz de canalizar un Egregor o mover objetos con la ayuda amplificadora de los asistentes.
Con ésto, en modo alguno, estamos diciendo que los médiums sean unos farsantes, en absoluto; sino que son capaces, mediante la fragmentación de sus egos, de canalizar entidades ficticias, cuya información procede de la Memoria de la Naturaleza, situada en el Plano Cuántico o Esfera Reflectora. Podría pensarse que un verdadero Clarividente consciente no es más que un Canalizador entrenado; pero ésto no es así, pues los clarividentes conocen el peligro de permitir que los egos que conforman su personalidad tomen el control aunque sea por unos pocos instantes.
Todos, en mayor o en menor grado, tenemos la capacidad de fragmentar algunos egos de nuestra personalidad; pero si insistimos en dicha práctica podemos caer en la esquizofrenia o en el síndrome de la múltiple personalidad. Lo que podría entenderse como traspasar los límites de la locura.
No, los espíritus que se manifiestan, en las sesiones espíritas, no son las almas de los fallecidos, ni ángeles, demonios, elementales de la Naturaleza o arcontes deseosos de nuestra perdición. Somos nosotros mismos que desconocemos el funcionamiento de nuestro propio Ser; es decir, que no nos conocemos y algunas de las ocultas capacidades se las atribuimos a seres que hemos inventado. Los demonios, los ángeles o arcontes, espíritus de la Naturaleza y, por supuesto, los supuestos espíritus de los muertos forman parte de la compleja estructura de nuestra propia Personalidad, que posee la capacidad de desdoblarse en sus egos así como de acceder, de forma inconsciente, a los registros de la memoria de la Naturaleza.
Los efectos de telequinesis o de materialización de ectoplasmas, no es más que parte de esas capacidades ocultas mencionadas y amplificadas con la connivencia inconsciente de los asistentes.
En el Tema de los muchos fraudes en torno al espiritismo no entraremos; en tanto que grandes ilusionistas, como Houdini, ya se ocuparon en su día de desenmascararlos. Aquí sólo hemos tratado del autoengaño inconsciente que suponen tanto el Espiritismo bien intencionado como los canalizadores que dicen hablar de parte de entidades multidimensionales o desencarnadas. Ellos no lo saben; pero esas entidades y esos muertos no existen, son ellos mismos creyéndose un autoengaño muy elaborado.
Otro peligro muy real de las sesiones espiritistas es que son como miel atrayente para los arcontes, quienes arribarán a dichas sesiones para alimentarse de las poderosas emisiones emocionales derrochadas por los asistentes.
Frater Aralba R+C

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