28 febrero, 2025

Nada de miedo, sin miedo, no hay miedo

 “Nada de miedo, sin miedo, no hay miedo”


-¿Cómo sobrevivir en tiempos del Apocalipsis?-

Lo primero de todo es precisar que hay dos apocalipsis, que en realidad solo son uno. El que nos acontece, de forma individual, en el final de nuestra vida y el que acontecerá cuando se produzca el fin de la Vida en nuestro Planeta y en el Universo. 


Ambos son el mismo apocalipsis pues todos los muertos, independientemente del tiempo acontecido de su defunción, permanecen en el horizonte sucesos del agujero negro del “Juicio Final”, un lugar de presente eterno y donde no transcurre el tiempo, esperando a que el último fragmento del Espíritu del Demiurgo sufra su propio apocalipsis y, entrando todos en dicho horizonte de sucesos, al unísono, hasta el Plano Reflector de Agartha, en donde Cristo juzgará a todos al mismo tiempo, tanto a los primeros como a los últimos, con el fin de dar forma al Nuevo y treceavo Eón, Adám Kadmón, el Cósmico Hombre Celeste. 


Una vez finalizado el Juicio y recreado el Demiurgo; pero ya crecido y evolucionado, el Plano Cuántico se disolverá colapsando y regresando al Recién nacido Eón al Pleroma, su Hogar de origen, junto a su Madre Sophía y el resto de los Eones. Ese es nuestro Destino final, ése es tu propio y Divino Destino, dime ¿De qué podrías tener miedo? si eres el mismo Dios en estado de germinación.


Todos los espíritus inmortales, fragmentos del Creador, que se encuentran apresados en el Mundo de los Efectos, somos algo así como peregrinos en Tierra Extraña; pero unos peregrinos desmemoriados que terminan creyendo, erróneamente, que éste es su hogar por haber salido del útero de una mujer; pero éso sólo es una mera ilusión.


“Por fe habitó en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en cabañas con Isaac y Jacob, herederos juntamente de la misma promesa”

(Hebreos 11:9)


Como herederos de nuestro Divino Destino, nuestro proceder debe de ser el de meros observadores para no cargar, en nosotros, cargas ajenas; salvo que, alguien nos solicite ayuda. Entonces, sí, estaremos obligados a ayudar a quienes nos solicitan ayuda, sin que eso suponga una carga extra para nuestras almas. 


No es lo mismo ayudar a quien nos lo pide que intentar ayudar a quienes no nos lo solicitan. No sea que nos convirtamos en otro Alonso Quijano, un “Quijote”, que sin ser llamado se mete en donde no se lo llama. Es ahí donde radica la frontera entre la cordura y la locura. Es nuestra obligación acudir en socorro de aquel que clama por su vida; pero no deberemos de intervenir, cuando nuestro servicio no haya sido solicitado. No podemos salvar a todo el mundo y, mucho menos, a aquellos que no desean ser salvados. De hecho, sólo Cristo puede salvar y Él se encuentra en el interior de cada uno de nosotros.


“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 

Porque cualquiera que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se abrirá. 

¿Qué hombre hay de vosotros, á quien si su hijo pidiere pan, le dará una piedra?

¿Y si le pidiere un pez, le daría una serpiente?

Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará buenas cosas a los que le piden?”

(Mateo 7:7-11)


Recuerda, mi querido Amigo, que no estamos solos y desvalidos sino que Cristo vive en nuestro interior y si Dios está con nosotros ¿Quien pudiera estar contra nosotros?


“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Jesús, Cristo, vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; más si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.”

(Romanos 8:9-13)


Y


“¿Pues qué diremos a esto? Si Dios con nosotros, ¿quién contra nosotros?

El que aún a su propio Hijo no perdonó, antes le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?

¿Quién acusará á los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.

¿Quién es el que condenará? Jesús es el que murió; más aún, el que también resucitó como Cristo, quien además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

¿Quién nos apartará del amor de Cristo? tribulación? ó angustia? ó persecución? ó hambre? ó desnudez? ó peligro? ó cuchillo?

Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo: Somos estimados como ovejas de matadero.

Antes, en todas estas cosas hacemos más que vencer por medio de aquel que nos amó.

Por lo cual estoy cierto que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, (todos ellos arcontes) ni lo presente, ni lo por venir,

Ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna criatura nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

(Romanos 8:31-39)


Esperamos que, con éstas citas bíblicas y entrando, ustedes, en meditación encuentren por sí mismos, la causa por la que no deberían de sentir temor ante la llegada del Apocalipsis, ya sea el singular e individual o el colectivo. 


Todos nuestros antecesores esperan en un Lugar donde no corre el tiempo, el agujero negro del Juicio Final, a que los alcancemos para llegar juntos, al unísono, a nuestro común Destino de la Humanidad. Porque aunque creamos que somos individuos separados, sólo se trata de una ilusión; en tanto que todos, como Humanidad, somos una Unidad indisoluble; pero para ellos no se trata de una espera, aunque en nuestro Universo pasaran cientos de miles de millones de años; en tanto que allí su tiempo, en el horizonte de sucesos, se encuentra extremadamente ralentizado.


Cuando finalice nuestro Apocalipsis, ya sea individual o colectivo, nos encontraremos con nuestros seres queridos; pero también con aquellos que fueran nuestros adversarios y que estarán esperando a pedirnos perdón y a que nosotros se lo pidamos a ellos; siendo lo último que saldrá de nuestro pensamiento, en tanto que nuestras bocas ya no podrán emitir sonido alguno, será ¡Que gran función, cuánto nos hemos divertido!, aunque, en momentos, hayamos sentido miedo al no haber recordado, durante la función, que somos meros actores desmemoriados de su verdadera Vida interpretando una Obra de Teatro melodramática e ilusoria en un Cósmico Teatro. 


Mantengan éste texto en su corazón y, sinceramente, les prometemos que sabrán sobrevivir al Apocalipsis sin volver a pasar miedo alguno durante su interpretación. 


Frater Aralba R+C

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