“El Respirar Gnóstico”
-Vivir la Gnosis-
Nuestro “Colegio Invisible de la Rosacruz” os ofrece enseñanzas de primera mano basadas en las propias experiencias personales; es decir, no se trata de refritos obtenidos de diferentes fuentes. Esa es la causa de que el Colegio resulte tan diferente a la mayoría de las otras escuelas rosicrucianas existentes. Evidentemente, al provenir la Enseñanza de unas mismas fuentes, existe un parecido substancial, tanto a nivel pedagógico como de las propias enseñanzas; pero al estar basadas en la propia experiencia personal, recibe una suerte de tinte especial diferenciador.
Todo ello es así porque la experiencia gnóstica es diferente en cada individuo y es por ello por lo que insistimos tanto en que las Enseñanzas Rosacruces no deben de tomarse como una guía fija e inmutable, a modo de uno de los mapas de Google; es decir, no deben de observarse de un modo dogmático, sino como meros consejos que nos aproximen o nos orienten hacia nuestro propio Camino Interior, conducente a nuestro encuentro con el Maestro Cristo, nuestro Salvador y Redentor; es decir, tomar conciencia de nuestra verdadera existencia.
Así, podemos decir que cuando se entra en contacto con el Campo magnético de la Gnosis nuestra Vida cambia radicalmente y que esos cambios son interpretados, sentidos y experimentados de forma particular por cada uno de los estudiantes de la Rosacruz. A eso es a lo que podemos denominar como el “Respirar Gnóstico”; en tanto que antes de entrar en contacto con la Gnosis sólo podíamos respirar dentro del Campo de Vida Natural; pero, a partir de la Experiencia Gnóstica, ese aire electromagnético cambia radicalmente y, como consecuencia, cambia también toda nuestra Vida.
Al principio puede resultar, a primera vista, un cambio imperceptible; pero si dejamos pasar algo de tiempo y echamos la vista atrás, comprobamos que el cambio ha sido brutal, cambiando, no solo, nuestra percepción vital y de nuestro entorno, sino ampliando nuestra visión y experiencia cosmológica. A partir de ése momento ya no vemos lo que nos rodea como simples moléculas constituidas por átomos y partículas subatómicas, sino que todo cobra Vida e inteligencia ante nuestros ojos del Alma; pero también ante nuestros ojos físicos y del resto de los cinco sentidos.
Entendemos; pero, mucho más importante, sentimos que pertenecemos a una única Entidad Existencia, el Todo, el Uno o Plenitud, el Pleroma de la Gnosis; pero además aceptamos que esa Unidad es plena; es decir, que no somos sujetos ajenos o desprendidos de esa Unidad Divina, sino que entendemos que esa, supuestamente, separación solo se trata de una percepción ilusoria y, por lo tanto, falsa. El “Respirar Gnostico” nos confirma que la planta y el animal nos pertenecen; del mismo modo que nosotros les pertenecemos a ellos y no como una suerte de simbiosis entre seres separados sino como agentes de experiencia de un mismo Ser; es decir, los animales adquieren experiencias que transmiten, mediante su respiración a la Memoria de la Naturaleza situada en el Plano Cuántico, la placenta del Huevo que es nuestro Universo. Las plantas igualmente mediante su peculiar, diferente, modo de respirar y los minerales y elementos moleculares, supuestamente separados, del mismo modo; en tanto que se trata de una Respiración que va más allá del aire con sus nitrógeno y oxígeno, sino que se trata de una suerte de respiración electromagnética dentro del Campo de la Gnosis. Un Campo que, aún en comunión con el Mundo, proviene directamente del Pleroma.
Así, cuando entramos en contacto con la Gnosis es como si desarrollásemos unos nuevos pulmones que nos permitiera respirar la Gnosis existente dentro del Campo Gnóstico; pero no piensen que ese Campo es algo externo a nosotros. No, se encuentra expandido hacia nuestro interior; en tanto que, aunque resulte paradójico, nuestro Interior es infinitamente más grande que todo el Universo exterior; de hecho, el Campo Gnóstico que parece rodearnos como una suerte de aura no es otra cosa que la emanación de ese Campo Gnóstico procedente del Pleroma y que emana de nuestra Chispa Divina, Cristo. Esa aura será cada vez más grande, conforme experimentamos la Gnósis, hasta rellenar todo nuestro entorno exterior y, cuando decimos todo, es todo; es decir, el propio Universo. Es en ese punto en el que comenzamos a entender que no existe diferencia alguna entre nosotros y el Universo que nos rodea, en tanto que éste no es otra cosa que una mera proyección de nuestro Universo Interior.
Así, es como si en vez de respirar el aire físico del exterior, hubiésemos comenzado a respirar un aire nuevo que procede del Interior y cuya fuente no es otra que Cristo, nuestro Maestro, Señor y Redentor. Cristo es lo que nos une con todo lo que parece que nos rodea; pero, sobre todo, con el Pleroma, porque el propio Cristo es una emanación del Pleroma mediante la Madre Naturaleza Sophía; así somos capaces de percibir a la verdadera Santísima Trinidad: El Pleroma que es el Padre del que emana todo, Sophía, la Madre Alma en cuyo seno toman forma las ideas del Pleroma y que se convierten en cosas y el Hijo, Cristo el Señor, que es nuestro verdadero Ser e Identidad. Cristo es una Unidad con Sophía, la Naturaleza, y con el Pleroma, Dios. Aunque podamos pensar, lógicamente, que existe un Cristo, en tanto que fragmentos del Demiurgo, en cada uno de nosotros y de todo lo existente; en realidad, Cristo es una Unidad, del mismo modo que todos conformamos, juntos, esa misma Unidad del Uno, del Todo y que impide que la Nada o el vacío absoluto pudieran llegar a existir.
Así, cuando hablamos de Cristo como el Maestro Interior no estamos queriendo decir que hay un Cristo diferenciado en cada uno de nosotros; sino que, se trata del mismo y único Cristo que vive, plenamente, en cada una de sus criaturas, siendo esa separación una mera percepción desde el punto de vista de una Realidad que, en verdad, se trata de una mera proyección mental proveniente de un inmenso holograma. En realidad, más que existir cuasi infinitos fragmentos de Cristo, lo que sucede es que todo lo aparentemente individual y separado somos parte consustancial de ese Cristo indivisible que aparenta vivir en nuestro interior, cuando lo cierto es que nosotros vivimos en su interior, en tanto que nosotros somos parte de Él, formamos parte de Él y nosotros somos Él, adquiriendo, a modo de apéndices virtuales, experiencias para Cristo y, por lo tanto para Sophía y, consecuentemente, para el Pleroma. De algún modo sería como si fuésemos sensores de percepción de un Organismo Infinito que es Cristo y en tanto que Hombre Celeste, está por nacer; en tanto que nuestro Universo no es otra cosa que un Huevo Cósmico, siendo su esencia etérica, ese aire electromagnético del Campo Gnóstico que permea el interior del Huevo desde el Eterno e Infinito Pleroma. Gloria a Dios, Gloria a Cristo y Gloria a nuestra amada Madre Cósmica Sophía.
Frater Aralba R+C
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