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EL ANTICRISTO
¡Pudiera ser yo!, ¿Porque no usted?
Un quiosquero de prensa que lleva una vida
corriente, como todo el mundo, me entregó la traducción de un manuscrito
antiguo. Lo abrí, ojeé su contenido y prácticamente lo mastiqué hasta que la
más profunda de las angustias invadió mi asustada alma.
Un escalofrío gélido recorrió mi espina dorsal,
hasta tal extremo, que tuve que arroparme con algunas mantas que había en el
diván.
Yo era un hombre acostumbrado a leer la Biblia de
una forma bastante habitual, libros sagrados de otras religiones no
judeocristianas así como de las más
diversas mitologías. Estaba convencido que las profecías que se encontraban en
algunos de aqyuellos escritos iban a
cumplirse. Lo peor de todo era que el pensamiento era de un cumplimiento
inminente.
¿Cómo había llegado a tales conclusiones?
Hombres de ciencia, teólogos, astrólogos y videntes
lo proclamaban a gritos. La Edad de Oro de la humanidad de Acuario se
aproximaba y ¿casualidad?
Descubrí que todo estaba anunciado en el libro del
Apocalipsis de Juan.
Empezó la paranoia a cebarse en mi alma. Sabía
demasiado y muy pronto llegaría a creer, estaba convencido, que alguien me vigilaba.
Hace poco escribí un ensayo dedicado al Caos
Universal; a la Guerra Interdimensional que sucediera antes del nacimiento del
hombre. El libro era una especie de recopilación, anárquica, de los datos que
había obtenido ora de aquí otrora de allá.
No sé como, pero desde el principio me dio la
sensación de que la aventura que escribía no era una novela cualquiera; sino
más bien una crónica de algo vivido o por vivir.
Veía en mis sueños a unos seres dimensionales que
ocupaban la Tierra primigenia. Aquellos habían venido de una galaxia lejana a
la Vía Láctea; pero cuyo, cercano eco, pertenecía a una dimensión diferente a
la nuestra.
Era una dimensión a la que se accedía dando un
pequeño salto desde nuestro mundo de materia aunque invisible para nuestros
sentidos físicos.
Pude ver la rebelión de un Arcángel llamado Lucifer.
Como se alzaba contra su creador.
Como fue derrotado, tras una batalla de eones, la
cual transformó para siempre a nuestro Universo.
El sueño era repetitivo y siempre volvía. Por ello,
mi ánimo caía derrotado en una profunda depresión espiritual.
Me sentía como vacío.
Algo impulsaba a mi Ser a una acción desconocida.
También surgía una acción contraria que se oponía a la primera. Como si de
algún modo se negaran mutuamente.
Siempre vislumbraba algo nuevo en mis desconocidos
sueños. Quizá debido a una extraña neurosis producida por mis
pseudoconocimientos basados en una heterogénea cultura que había sido
entremezclada por una delirante imaginación.
Ahora podía verlo con meridiana claridad.
- Hijo de Luz, amado hermano, tus pecados han sido
por eones infinitos. El Padre siempre te ha perdonado; pero tu maldad ha
rebozado el cáliz de la divina paciencia pues ha sido aderezada con tu perpetua
rebeldía. No sólo te has perdido tú, sino que has arrastrado al fango a
miríadas de nuestros hermanos.
-
Ahora, el Dios de la Creación, nuestro Padre Eterno, me ha enviado a
mí, Miguel, tu gemelo hermano, para que os condene a ti y a tus seguidores, llamados desde ahora
demonios, a ser encerrados en las mazmorras infernales del corazón de Dios.
- Nuestro Padre llora noche y día por ti. Tu fuiste
el fundamento de su Creación, la Luz...
Igual que si lo sintiera con mis propios sentidos y
lo viera con mis propios ojos, contemplé la agonía de Satanás que, junto con
sus hordas diabólicas, era encerrado en lugares inaccesibles y de nombres
desconocidos. Contemplé como aquel lugar era extremadamente cercano y sin
embargo muy lejano. Era otra dimensión, a la que se accedía por vía de lo
onírico.
Unas frases mágicas fueron pronunciadas en aquella
dimensión, justo enfrente de las grutas diabólicas y unos sellos divinos
sellaron la prisión de Satanás y sus maléficas huestes.
Paulatinamente fui comprendiendo, no sin sentir un
ligero aire de terror, como aquellos seres demoníacos poseían una ventana
amplia para comunicarse con la nueva raza humana. Los Sueños. Eso era, la débil
mente humana les servía de paso para comunicarse con los seres de nuestra
dimensión.
La esquizofrenia hizo su aparición. La locura más
inaudita me envolvió hasta el último átomo.
¿Era posible que pudiese creerme semejantes
barrabasadas siderales?
Lo asombroso del caso no era eso, sino que mi mente
deliraba frecuentemente y mi cuerpo se resentía con un tremendo cansancio.
Tenía la sensación de estar siendo manipulado. Tenía miedo a todo.
Ya no podía abrir la puerta de mi casa sin tener una
extraña sensación de acoso. El más ligero movimiento de las cortinas del
ventanal hacía que sintiese escalofríos.
Seguía preguntándome ¿Porqué?. Quizá sabía
demasiado. Nunca debí investigar sobre aquellos misteriosos temas. Estaba
convencido que ellos ya lo sabían. Que los delataría al mundo. Así no podrían
jamás cumplir sus diabólicos planes.
Sí, Satanás podía infiltrarse en nuestro mundo y
poseía temporalmente a algunos humanos que vibran en su misma frecuencia. Ha
intentado encarnarse; pero eso no ha sido posible gracias a los sellos que
aprisionan su espíritu en el interior del corazón del Creador. Un agujero
Negro. Múltiples agujeros negros. Cada uno es la Celda de un Demonio.
Lo conseguirá al final de los tiempos cuando llegue
la Edad de Oro de la Humanidad. Ese tiempo ha llegado. Es ya. Sé que Satanás
está encarnado en el Anticristo; pero es una realidad demasiado terrorífica
para siquiera pensar en ello. Me conformo pensando que sólo se trata de
elucubraciones de mi mente enferma.
El mundo creado después del cataclismo fue entregado
al hombre. Lucifer se introdujo en un sueño de Eva e hizo caer a Adán. Desde
aquél terrible instante, el innombrable fue coronado como regente del suelo que
pisa su democrático elector.
Gracias a Dios, se trata de un Primer Ministro en el exilio.
Esas y otras eran las palabras que una y otra vez
bombardeaban, sin cuartel, mi maltrecho cerebro; pero decirme a mí: ¿Porqué
sabía cosas que el resto del mundo ignoraba?
Mi intelecto no se había parado en la
perfección de un tema en concreto. Mi
polifacetismo llegaba a tal extremo que había tocado un poco de mucho y mi
infantil mente había hecho el resto. Había atado los cabos sueltos y rellenado
los huecos con conocimientos que en apariencia eran ajenos a la materia en
cuestión. Quizá fuese eso lo que llevó a mi intelecto a una mezcolanza absurda
y sin sentido.
Tiempo atrás escribí una carta en la Revista Mundo
Desconocido. Por aquel entonces, no di demasiada importancia a lo que escribiera.
Me siento cada vez más vigilado, como consecuencia
de la publicación de aquel maldito escrito. Esa misiva jamás debió salir a la
Luz. Satanás está descubierto y posiblemente me esté buscando. A lo peor ya me
ha encontrado.
No obstante, algo más fuerte que mi yo es lo que me
impulsa a seguir escribiendo. Si ustedes, lectores, me lo permiten, introduciré
a continuación aquellas líneas que nunca debieron ser publicadas; mas que nada,
para ponerles en antecedentes.
Esto lo hacemos bajo el luminoso impulso de un
pequeño atisbo de humanidad, para que el conocimiento pueda estar al alcance de
todos. De toda la humanidad.
Esta fue la Carta:....
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